Posted: 08 Apr 2016 05:17 AM PDT
A menudo se ha entendido el feminismo como un fenómeno ideológico por etapas u oleadas; su base es la reivindicación de la mujer como un sujeto que merece la recepción de los mismos derechos y privilegios del hombre, y, a partir de ahí, sus objetivos concretos se definen a través de los contextos culturales y socioeconómicos en los que navegue a lo largo de los años.
Las primeras metas ambicionadas por aquellas sufragistas de las prósperas colonias australes y americanas compartían un objetivo muy específico con las asentadas damas continentales de Europa; la obtención del voto femenino como puerta de acceso al poder político. Convertirse en un activo como fuerza de voto supondría la entrada de programas políticos que favorecieran al sector femenino de la población. El siglo XX y las consecuentes oleadas feministas dejaron huella en varios aspectos, siendo uno de ellos la definición de delito perseguible de oficio varios actos antes definidos como culturales, e incluso cotidianos:la mutilación genital femenina; las relaciones sexuales no consentidas se definen como agresiones sexuales; la prostitución ilegal se define como explotación sexual o trata de blancas; golpear o abusar de la pareja se tipifica; nacen formulaciones que claman por la tipificación de delitos contra los derechos reproductivos de la mujer. En definitiva, la semántica cobra fuerza al dar a luz todo un corpus bajo la forma “violencia contra la mujer”. Un término así facilita enormemente la definición de esa clase de violencia y su tipificación como formas delictivas.
Precisamente la definición de acciones dañinas para la mujer como delictivas son una fuente de datos con la que calibrar el nivel de éxito de una sociedad en su lucha por los derechos de las mujeres en cada país. Paralelamente a las políticas y a los avances socioculturales y económicos, las estructuras sociales han sufrido una transformación brutal. El hombre deja de ser el pilar o el sustento económico, y las familias monoparentales pierden la estigmatización a la que estaban sometidas.
Bajo estos cambios, hay quien dice que los objetivos del viejo feminismo han sido conquistados, y que los nuevos retos tienen mucho que ver con causas sociales más amplias, añadiendo a ellas derechos que también atañen a los hombres, al medio ambiente, a la infancia y a los animales.
Sin embargo, una tortilla no se hace sin romper algunos huevos. La creciente redefinición de la mujer en la vida cotidiana redefine a su vez a la población masculina; esto ha generado, sobre todo en Europa, América y Oceanía, dos reacciones particularmente oscuras.
Discurso del odio: activismo machista
Hace poco vimos la noticia de un tipo que había organizado un evento machista a nivel mundial defendiendo la legalización de la violación en espacios privados. El autor de las marchas es alguien que se autodenomina pick up artist, o artista del ligue, un movimiento que pretende ser una pseudociencia centrada en las estrategias para ligar tener sexo con mujeres.
El concepto quedaría en algo anecdótico de no ser porque gran parte de las personas vinculadas a esta clase de fenómeno suelen estar asociadas al activismo por los derechos del hombre. Estos movimientos consideran que la irrupción de la mujer como sujeto plenamente libre e igual al hombre ha pervertido un orden moral y social a todas luces mejor del actual. Según los activistas a favor de los derechos de los hombres, los avances en derechos de la mujer y de los colectivos LGBT están destruyendo la figura tradicional de hombre y el concepto masculinidad.
Esta reacción negativa a la emancipación de la mujer ha generado una constelación de blogs, páginas web, podcasts y demás medios de comunicación destinados a reivindicar una cultura masculina, heterosexual y sexualmente predatoria, con una jerga propia que sirve para reforzar y asentar los conceptos de esta nueva clase de misoginia. Roosh V es una de las imágenes más visibles, tanto por sus entradas de Youtube o su página web Return of Kings, donde tanto él como sus colaboradores ofrecen consejo para detectar putones, razones para no tener relaciones con mujeres negras (una de ellas es por “no ser sumisas”), o publicaciones sobre cómo cepillarse mujeres de distintos países.
Otros movimientos misóginos tienen una naturaleza victimista. La “filosofía” MGTOW (Men Going Their Own Way) observa a la mujer como una figura predatoria que doblega al hombre a través de presiones sociales y normativas, ante las que el hombre debe defenderse. La peligrosidad de la misoginia del siglo XXI radica en sus constantes esfuerzos por ser compleja.
El efecto de estas comunidades es de refuerzo positivo sobre una idea, un concepto monolítico; la idea de que, realmente, están luchando por proteger la masculinidad como un valor en peligro de extinción. Hagamos un listado rápido de lo que defiende la hombresfera:
- Hombres y mujeres son diferentes, pero todas las mujeres son iguales (en lo malo).
- El feminismo tiene efectos negativos en la mayoría de las esferas de la sociedad, incluyendo la economía y la política.
- La masculinidad y la testosterona son definidores absolutos y moralmente deseables del género masculino.
- La promiscuidad es un factor natural en el hombre y, por lo tanto, justificable y deseable.
- La promiscuidad en la mujer es antinatural y, por lo tanto, perseguible.
Violencia psicológica y ciberacoso
Insultos y burlas de carácter sexual; Amenazas de muerte, o de violación. En muchas ocasiones, el acoso tiene un efecto “llamada” hacia más acosadores. Según la organización contra el ciberacoso haltabuse, más de un 72% de personas que contactaban con ellos entre los años 2000 - 2011 para denunciar su caso eran mujeres.
El ciberacoso es un fenómeno que puede afectar a un gran número de personas independientemente de su sexo, pero que la mayoría de este acoso se concentra en mujeres es una realidad. Según Symantec,
- un 76% de mujeres menores de treinta años han sufrido ciberacoso.
- De todas las mujeres víctimas de ciberacoso, solamente un 10% denuncia su caso a la policía.
- El impacto sobre las víctimas implica asistencia psicológica, trastornos del estado del ánimo, sensación de impotencia y/o menor rendimiento laboral y académico.
El ciberacoso es un fenómeno inherente a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, siendo el anonimato uno de los efectos facilitadores del ciberacoso. Irónicamente, el efecto oscuro del anonimato no se puede combatir fácilmente; a fin de cuentas, el derecho a ser invisibles en la red mediante leyes de protección de datos protege a miles de personas cuya labor a favor de los derechos humanos es encomiable (delatores, denunciantes, activistas).
La conclusión es muy simple: hay gente cuyos problemas personales afloran en forma de actitudes predatorias hacia las mujeres. Asistimos así a la “reacción” a esta reestructuración de roles; aun a riesgo de entrar en un jardín complicado, abundan las similitudes entre el estado anómico de Durkheim y el terror ante la pérdida de un rol cultural e histórico en el cual se encuadraban las personas enfocadas en lo que podemos llamar machismo. En palabras de Cid y Larrauri (2001)[1], “(la anomia según Robert Merton) consiste en descubrir cómo algunas estructuras ejercen una presión sobre ciertas personas de la sociedad para que sigan una conducta delictiva en vez de una conducta conforme a las normas” (p.126).
La presión cultural que se ejerce sobre los hombres para que sea la figura central de las familias, su principal valedor económico y su mayor representante ha sido brutal durante un buen trecho de historia de la humanidad; esa pérdida de presión deja un vacío social que se traduce en una crisis existencial y de valores en aquellas personas acostumbradas a vivir con unas ideas estructurales y monolíticas cuasi dogmáticas.
Para saber más
Échale un vistazo a este artículo de Miguel Lorente en el Huffington Post.
[1] Moline, José Cid, and Elena Larrauri Pijoan. Teorías Criminológicas: Explicación Y Prevención De La Delincuencia. Barcelona: Bosch, 2001. 126. Impreso.
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