Posted: 07 Sep 2015 04:35 AM PDT
Teniendo en cuenta que la radicalización transita por el sendero de unas “profundas convicciones religiosas”, que tergiversadas pueden llegar a justificar el odio y la violencia es, precisamente, en este marco religioso donde queremos hacer una breve reflexión sobre el papel que la religión puede tener como posible factor radicalizador.
1.- El fenómeno del fanatismo en general
El fenómeno del fanatismo no es exclusivo, ni mucho menos, del ámbito religioso. El fanatismo, en general, se manifiesta como una exaltación o entrega apasionada y desmedida a una idea, o a unas convicciones consideradas como absolutas y que, por lo mismo, se pretenden imponer a los demás por cualquier medio. El fanático es una persona terca y obcecada, intolerante y agresiva, rígida e incapaz de diálogo y con una visión distorsionada de la realidad.
El fanático está convencido de que su idea es la mejor y la única válida, por lo que menosprecia las opiniones de los demás, lo que le conduce a mantener una adhesión incondicional a una determinada causa, que cuando se exacerba le lleva a arremeter pasionalmente contra toda oposición a la misma, degenerando en violencia contra aquellos que no se atienen a su voluntad. Este apasionamiento del fanático le lleva a comportarse, en ocasiones, de manera violenta e irracional.
Bajo estos parámetros identificadores, el fanatismo se sustenta en dos principales señas de identidad:
- El deseo de imponer las propias ideas. Los fanáticos se creen dueños de la verdad y no aceptan cuestionamientos a la misma, no escuchan opiniones diferentes a las que ellos tienen; afirman tener todas las respuestas y, por lo tanto, no permiten que les cuestionen las propias.
- El desprecio a quienes son diferentes. Los fanáticos son discriminadores e intolerantes ante quienes piensan algo diferente a ellos; son obsesivos y autoritarios, lo que les conduce a actitudes extremistas y radicales.
2.- El fenómeno del fanatismo religioso en particular
Estas características del fanatismo en general trasladadas al campo de la religión, convierten al fanatismo religioso en el más peligroso y destructivo de todos los fanatismos, el que ha dado lugar a más guerras, conflictos sociales, atentados terroristas, asesinatos, masacres, limpiezas étnicas y todo tipo de injusticias a lo largo de la historia de la humanidad.
Pero por qué la religión, que no deja de ser un sistema de creencias, es una semilla que germina con tanta facilidad, dando como fruto un fanatismo de la peor clase, pues salvo las concepciones políticas, la mayoría las creencias no generan fanáticos tan peligrosos como las creencias religiosas.
La explicación es muy sencilla, y es que las creencias religiosas son semillas que germinan en un terreno muy fértil, es como la semilla a la que hace referencia la “parábola del sembrador” (Mateo (13:1-9), pues las creencias religiosas están presentes en la educación de las personas desde muy temprana edad. Desde muy pequeños, a los niños se les inculcan diversos sistemas de creencias y uno que se introduce de forma persistente es el de las creencias religiosas de los progenitores, quienes en su infancia ya pasaron por este mismo proceso, que trasladan ahora a sus descendientes. En tales circunstancias, introducir unos determinados principios y valores en un niño y hacer de él un fiel potencial de una determinada religión no es nada complicado.
En concreto, y por lo que se refiere al fanatismo religioso de corte islamista, que en los momentos actuales se ha vuelto una preocupación social a nivel mundial, podemos catalogarlo como aquella identificación obsesiva y ciega con una religión en particular -el Islam-, lo que lleva a las personas fieles a la misma a vivir anclados en una forma de vida que dificulta el descubrimiento de nuevas ideas. Este fanatismo religioso supone, por una parte, la incapacidad para admitir la diversidad y, por la otra, la defensa intolerante de sus dogmas.
Esta actitud lleva a los fieles de esta religión a recurrir a todos los medios necesarios para imponer la misma, estableciendo como meta la de convertir a la población de todo el mundo en auténticos buenos musulmanes, pregonando el deseo de suprimir a quienes se oponen a sus creencias. Esta forma de ser y de pensar del fanático religioso islamista le convierte en una persona extremadamente difícil de evolucionar hacia un cambio de mentalidad, pues no acepta consejos ni argumentos contrarios a sus ideas; identificándose con la causa que defiende y actuando como juez de la verdad.
No obstante, y aunque el fanatismo religioso es un ingrediente muy presente en la violencia yihadista que, desgraciadamente, está en estos momentos en el centro de atención de la escena mundial, sin embargo hay que tener en cuenta que las causas de este fanatismo no sólo hay que buscarlas en unas creencias religiosas tergiversadas por interpretaciones extremistas, sino en aquellos factores de tipo social y económico, que han generado secuelas de pobreza y marginación en algunos de los países donde la religión mayoritaria es el Islam.
3.- La prevención de la radicalización
Teniendo en cuenta que un alto un porcentaje de personas procedentes de países donde la religión mayoritaria es el Islam comparten un importante nexo de unión, cual es el de compartir unas profundas convicciones religiosas, que cuando se tergiversan pueden derivar en un posible fanatismo religioso, que combinado con otros factores de carácter económico, político e ideológico etc, llegan a producir consecuencias fatales, sería conveniente la intervención de unos ministros de culto, adecuadamente formados y procedentes, si es posible, del mismo grupo tribal, étnico y lingüístico que los propios fieles, involucrados en la tarea de reorientar las interpretaciones más extremistas de los textos sagrados.
La interacción de los fieles con estos ministros de culto involucrados en esta tarea puede crear una disonancia cognitiva y abrir un cambio en el pensamiento y en el comportamiento de dichos fieles, con la internalización de valores distintos y distantes a los del odio y a los de la violencia, lo que en la práctica, fortalecería un proceso de cambio en la persona que, sin duda, le ayudará a no involucrarse en ideologías extremistas que pueden acabar en procesos de radicalización violenta.
La labor de estos ministros de culto puede revertir la ola de la radicalización religiosa, ayudando a identificar y reorientar los factores del contexto personal y social que hacen que algunos individuos sean vulnerables a determinadas ideologías religiosas que pudieran estar contribuyendo a la decisión de involucrarse en actitudes extremistas.
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