Posted: 01 Sep 2015 04:04 AM PDT
Seguro que muchos de vosotros habéis estudiado en algún momento a Platón, o al menos os suena su mito de la caverna.
La conocida como filosofía platónica se basa en la distinción de dos mundos: por un lado el 'sensible' que es el material, donde están las cosas que se ven, y por otro lado el 'inteligible', también conocido como 'mundo de las ideas', y que las personas no percibimos mediante los sentidos, sino mediante el intelecto.
Para Platón, lo importante y verdadero era el mundo de las ideas, ya que según él se trataba de algo inmutable, no sujeto a miradas parciales, y eterno.
Si bien para muchos filósofos griegos (especialmente para los seguidores de Platón), el mundo material era imperfecto, subjetivo y estaba sobrevalorado, no deja de ser curioso que una idea pueda ser el principio de algo “más grande”, como un proyecto, una iniciativa, una novedad... o sea, que un último término existe la posibilidad de que esa idea, teoría, o expresión del intelecto, crezca hasta materializarse.
Reflexionando sobre esas ideas platónicas es como ha surgido, y permitidme que me repita, la idea para este artículo, que como veis, se ha materializado en forma de caracteres dentro de vuestro monitor.
Si me hubiera guardado lo que tengo que decir -cosa que he aprendido por experiencia propia, tanto a través de mi intelecto como de mis sentidos-, este artículo no existiría y estas palabras serían sólo eso, ideas dentro de mi cabeza.
Muchos criminólogos se sienten frustrados hoy en día porque viven en el mundo de las ideas. Aquello que era un ideal para Platón, puede convertirse en un veneno para aquél que no sabe dejarlas salir de vez en cuando. Mientras que el filósofo se encontraba en su salsa divagando en ese mundo ideal, el criminólogo no es un teórico, y necesita ver sus ideas materializadas. De otra forma se frustra y se apena al sentir como todas sus maravillosas ideas y teorías se marchitan, y es que quizá, después de todo, el mundo de las ideas no sea para nosotros ni inmutable ni eterno.
Una idea se medita, madura, e incluso puede llegar a cambiar radicalmente con el tiempo y las experiencias que vivimos.
Como criminólogos, todos llevamos dentro a un pequeño pensador; alguien que ve el mundo, lo juzga y valora, e intenta encontrar soluciones para los problemas que ve.
Si nuestras ideas se quedan para siempre en nuestra mente, y no las vemos prosperar mediante cualquier tipo de expresión o materialización, el criminólogo queda eclipsado por el pequeño pensador interno, lo cual significa que nunca llega a convertirse realmente en criminólogo.
Tener ideas -especialmente si son originales-, es para muchos criminólogos como tener un tesoro que es al mismo tiempo su pasaporte al éxito profesional y su perdición.
No dejan de sorprenderme aquellas personas con ideas interesantes y teorías dignas de desarrollar, que deciden guardarlas con un celo tan excesivo, que acaba por suponer su suicidio profesional.
Guardar las ideas para uno mismo por miedo a que otro nos las robe, hasta el punto de que ni siquiera nosotros las desarrollamos, equivale a cavar nuestra propia tumba como criminólogos y como profesionales.
Si otros personajes de la historia de la Criminología, a los que aún estudiamos y de los que aún aprendemos, hubieran tenido miedo de que sus colegas les robasen las teorías, quizá nunca hubieran escrito libros, fundado revistas o creado Escuelas de Criminología, y muy probablemente nuestra ciencia no sería lo que es.
Es por eso que con este artículo quiero instar a todos los criminólogos a no quedarse de forma indefinida en el mundo de las ideas, puesto que no somos sólo teóricos, sino que tenemos un gran porvenir como profesionales con capacidad para intervenir activamente en la sociedad.
Está bien que todo comience con una idea, pero si además es interesante, si nadie antes la ha desarrollado o si puede aportar algo bueno al mundo, ¿qué motivos hay para dejarla morir?
Alimentar nuestras ideas no sólo puede llevarnos a desarrollarlas, sino que nos motiva, nos hace sentirnos útiles y nos da fuerzas para llegar a hacer.
Ese es el gran paso que muchos criminólogos están dando cada vez más, el que nos lleva del mundo de las ideas al mundo material; y es que por mucho que a Platón le pese, nuestra ciencia no nació para ser ideada e imaginada, no nació para quedarse en las cabezas de los criminólogos mientras ahí fuera hay grandes cosas por hacer, oportunidades que aprovechar y sociedades que mejorar.
No somos más que un pequeño grano de arena en una montaña de profesionales que tienen algo que aportar al mundo, pero tenemos infinidad de ejemplos a nuestro alrededor que nos demuestran que hasta el más teórico de todos puede pasar a la acción: ha surgido una nueva tendencia literaria en forma de libros motivacionales, se han explorado nuevas fórmulas en el mundo de la comunicación que han desembocado en una nueva era para el cine documental o el fenómeno de Youtube, expresiones de ideas que están cambiando el periodismo y el mundo del entretenimiento.
¿Qué papel vamos a tener los criminólogos en los años venideros? Si otros están consiguiendo modificar el mundo en el que vivimos mediante el simple desarrollo de sus ideas, podemos esperar grandes cosas de un colectivo profesional ávido por formar parte del mundo laboral y por comenzar a demostrar lo que puede hacer.
Si bien los criminólogos de épocas pasadas lidiaron con la censura, las guerras y exilios, y con la dificultad de plasmar sus ideas sobre papel, hoy en día muchas de esas barreras han desaparecido, pero nuestra asignatura pendiente como profesionales independientes parece ser la reticencia a expresar, compartir y desarrollar nuestras ideas, lanzarnos a materializar esos proyectos que tenemos en mente y exponernos a los demás.
Sólo arriesgándonos y expresando lo que pensamos, conseguiremos demostrar nuestra valía como criminólogos, y conviene recordar que muchos otros han tenido que enfrentarse antes a este reto y no lo han hecho con menos dificultades.
Para terminar, os dejo con una frase para la reflexión que nos legó el escritor polaco Stanislaw Lem, fallecido en 2006:
"Las ideas, como las pulgas, saltan de un hombre a otro. Pero no pican a todo el mundo".
Criminología y Justicia
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