Las guerras y los conflictos armados dejan una huella indeleble que persigue a las personas que los viven: hambre, miedo, miseria, dolor… las mujeres además añaden a todo ello convertirse en objeto de cambio y en víctimas mudas de los hombres de poder (de cualquier hombre que cree estar legitimado por un derecho divino a poseer todo aquello que le rodea, sobre todo de una mujer).
El cuerpo de la mujer ha sido usado, abusado, ultrajado, vejado y manipulado en todos los conflictos y revueltas acaecidas en cualquier época histórica de cualquier lugar del mundo.
En la antigüedad las mujeres eran consideradas seres de segunda categoría, sin voz ni raciocinio, propiedad de los hombres que la rodeaban, padre, hermanos, cuñados…, y hasta el confesor podía decidir sobre todo lo que concerniera a ella, de ahí que no haya información sobre la figura femenina durante los conflictos en estas épocas históricas. Con la llegada de la Ilustración la mujer comenzó a ser considerada tanto social como políticamente, sin embargo cuando llegan épocas convulsas, su status, su vida y su cuerpo vuelve a estar sometido al poder de los hombres.
La CIA utilizaba técnicas de violación y simulación de torturas sobre las mujeres de los Viet Cong para lograr su confesión y rendición; durante la dictadura franquista las mujeres de los perdedores tuvieron que soportar el aceite de ricino, el rasurado del cabello, los insultos, los golpes y las violaciones, los juicios sumarísimos, las condenas en prisiones infectadas de enfermedades y todas o casi todas las españolas las proposiciones no siempre sutiles pero siempre deshonestas de los poderosos y ricos; el Tercer Reich reservaba un barracón en los centros de exterminio dedicado a prostíbulo donde eran destinadas las mujeres judías para satisfacer no sólo el hambre de sangre y muerte de los soldados nazis sino también sus instintos más primarios de sexo, violencia física y dominación; el país del Sol Naciente creó los centros de consuelo para los soldados japoneses con mujeres japonesas, coreanas, taiwanesas, chinas, filipinas o indonesias compradas, secuestradas, engañadas o captadas donde se convertían en esclavas sexuales para que los combatientes pudieran consolarse durante la guerra; en las guerras de Ruanda y Yugoslavia las mujeres fueron utilizadas para realizar una limpieza étnica por parte de los hombres más fuertes y brutos del conflicto, eran secuestradas y violadas hasta que se quedaban embarazadas de sus captores y tras pasar meses con ellos y asegurarse de que no iban a abortar eran devueltas a su ciudad con el hijo del enemigo que mataba a su pueblo en sus entrañas, de esta forma se aseguraban de que todos los niños que llegaran a nacer serían de la etnia “correcta”; las guerrillas de Colombia y África secuestran a los niños para convertirlos en soldados, a las niñas además de soldados las convierten en esclavas sexuales de los líderes del grupo; las revueltas en los países árabes dejan a su paso reivindicaciones democráticas y lucha por la libertad pero también muerte, detenidos y un número indeterminado de mujeres violadas y abusadas sexualmente por aquellos que se creen en el derecho de hacerlo al mostrar su opinión (a favor o en contra) pero que las convierte en mujeres públicas de las que se puede (y se debe) abusar y corregir.
Las mujeres que sufrieron (que sufren y sufrimos por extensión moral y dignidad) este dominio y control, estas aberraciones, callan y sobreviven su tortura, murieron con el cuerpo y el alma rotos; sin embargo hubo un grupo de mujeres que se reveló, que se siguen revelando contra el silencio hacia el insulto constante que reciben las mujeres convertidas en objetos sexuales al servicio del más poderoso (o más canalla o más vil), las mujeres de consuelo buscan y persiguen un arrepentimiento, una compensación por parte del gobierno nipón hacia lo que les hicieron, sin embargo el orgullo masculino de ciertos hombres embebidos por la certeza de no equivocarse nunca las priva de recobrar un honor que tanto defienden y las vuelve nuevamente a maltratar y abusar cargando sobre ellas los antecedentes, las circunstancias y las consecuencias de su condición de mujeres de consuelo, negándoles el resarcimiento moral que sanaría, un poco, su maltrecho futuro.
La mujer siempre ha sido moneda de cambio y esclava sexual, la posesión y violación de su cuerpo arma de guerra en los conflictos de cualquier ideología, nacionalidad y finalidad y por muchos años, siglos y adelantos tecnológicos que sucedan, es una realidad que no cambiará nunca mientras haya hombres que sigan considerando a las mujeres como meros objetos de canje y satisfacción personal.
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