Vamos a realizar una sencilla visualización -basada en hechos reales- para analizar desde un punto de vista criminológico, un fenómeno tan habitual como el hecho de encontrar un coche aparcado en doble fila.
Aunque a priori parezca un hecho sin importancia, es una de esas circunstancias de la vida diaria que nos puede ayudar a entender temas tan importantes como la teoría de la anomia, el fracaso de la justicia, la teoría de la asociación diferencial, la impotencia de las víctimas o el concepto de resiliencia.
Imaginad una calle de doble sentido en el centro de una gran ciudad, con tres carriles a cada lado, dos para circular y uno para aparcar en línea.
Esta calle es algo complicada en cuanto a tráfico, pues tiene bastante tránsito y por ella pasan dos líneas de autobuses; es difícil encontrar sitio para dejar el coche y además, hay que pagar para hacerlo, pues se trata de una zona de estacionamiento regulado.
Conducís tranquilamente vuestro coche para acudir a un comercio de la zona, son casi las siete de la tarde y habéis planeado estar en casa antes de las nueve, por lo que parece razonable aparcar y disponer de al menos una hora antes de regresar.
No hay ni un sólo sitio para aparcar y además hay varios vehículos en doble fila esperando para hacerlo, por lo que paráis a un lado, apagáis el motor, encendéis las luces de emergencia y vigiláis de vez en cuando la fila de coches aparcados a vuestro lado, con la esperanza de que alguno salga.
Mientras esperaís, véis a algunos conductores saltarse la línea contínua que separa ambos sentidos de la calle para aparcar en el lado contrario a aquél donde estaban esperando. También hay conductores que dan marcha atrás más de quince metros para hacerse con un sitio que queda libre, pero no importa: vosotros seguís las normas y permanecéis en el vehículo durante media hora, momento en el que un golpe de suerte hace que salga el coche de al lado.
Dáis marcha atrás para dejarle salir y aparcáis.
Tras poner ochenta céntimos en el parkímetro (hasta pasadas las ocho de la tarde) y dejar el ticket en el salpicadero, váis deprisa a la tienda que queríais visitar.
Como no tienen el artículo que veníais a buscar, salís del local a las ocho menos veinte de la tarde y os dirigís al coche.
Al acercaros, observáis que otro vehículo ha estacionado en doble fila justo a vuestra altura; tiene el motor parado y las luces de emergencia encendidas, así que imagináis que su dueño estará al volver y decidís esperar sentados en el coche. Os quedan casi veinte minutos de tiempo de aparcamiento.
Pasa el tiempo y son casi las ocho, por lo que empezáis a impacientaros, a mirar por los retrovisores y a salir del coche para ver si viene alguien.
Empezáis a darle toques al claxon para que si el dueño del coche está en algún comercio o cafetería de la calle, salga y retire el coche, pero no ocurre nada... los pitidos son cada vez menos espaciados y más prolongados, ante lo cual, el dueño de un bar os hace una señal para indicaros que estáis molestando a los clientes de su terraza.
Ya desesperados porque se ha terminado el tiempo de estacionamiento, permanecéis fuera del coche con la puerta abierta y sin poder pitar. Se empieza a hacer tarde para volver a casa.
Dáis vueltas alrededor del vehículo en doble fila e intentáis empujarlo, pero tiene el freno de mano echado.
Casi a las ocho y cuarto de la tarde y todavía atrapados, marcáis el número de la policía municipal, mientras vuestra indignación va en aumento. Aunque dáis la dirección exacta donde os encontráis, la persona que os atiende sólo os pide la matrícula del coche en doble fila y dice que pasará un aviso.
Diez minutos después ya ha anochecido, la policía no viene y estáis desesperados por salir porque no váis a llegar a casa a la hora planeada.
Observáis que el vehículo que tenéis aparcado detrás, tiene el logo de una carnicería que hay en la misma acera, así que os acercáis a preguntar si el dueño está allí. ¡Bingo! El carnicero sale dispuesto a ayudar y retira su coche para que podáis salir dando marcha atrás.
Antes de marcharos, aparcáis en doble fila delante del coche que os ha tenido retenidos y le dejáis una nota diciéndole lo que ha ocurrido y que os ha hecho perder casi una hora.
Cuando ya os marcháis a casa, véis un coche de policía municipal aparcado a escasos metros y pensáis que es debido a vuestra llamada.
Bajáis rápidamente del coche para buscar a los agentes y les comentáis lo ocurrido, pero ante vuestra sorpresa os dicen que están allí por casualidad: no han recibido ningún aviso.
Aunque ya son casi las ocho y media, decidís llevar a uno de los agentes hasta el vehículo en doble fila. Tras inspeccionarlo y mandar un mensaje por radio con la matrícula, os dice, “pero ya está todo solucionado, ¿no?”.
Miráis atónitos como el conductor del coche en doble fila no es multado de ninguna manera y tampoco acude una grúa para retirarlo,... y todo ello a pesar de que un nuevo conductor está atrapado porque se ha metido en el hueco que habéis dejado y el carnicero ha vuelto a ocupar su sitio.
El policía os dice que para la próxima vez es mejor que llevéis el teléfono de la grúa municipal en la guantera del coche.
Son las ocho y media pasadas, es tarde y no os queda más remedio que marcharos a casa.
El vehículo aparcado en doble fila se queda donde está: su dueño no ha perdido tiempo en buscar sitio para aparcar y se ha ahorrado el parkímetro.
(...)
Análisis criminológico:
El infractor (de ahora en adelante 'X') -
Atendiendo a la criminogénesis del hecho, poco podemos decir, dado que no sabemos qué motivos ha tenido este conductor para dejar el coche en doble fila, pero lo que sí podemos constatar es que no se ha adelantado al posible conflicto que este hecho pudiera provocar.
Existe una clara falta de empatía hacia el conductor o conductores a los que impide la salida, así como una evidente despreocupación por las normas de tráfico y las leyes (sabe que no debe aparcar en doble fila y que debe pagar por estacionar en esta zona, pero no lo hace).
Por otro lado, se puede intuir un cierto sentimiento de impunidad ante una posible sanción (“a mi no me va a pasar”), actitud que no es típica de conductores noveles, sino más bien de alguien experimentado, que conoce bien la zona donde actúa y que probablemente, no es la primera vez que 'se arriesga' a dejar el coche en doble fila por un largo periodo de tiempo.
La mayoría de conductores que dejan su vehículo en doble fila, lo vigilan a cortos intervalos de tiempo o acuden cada vez que alguien toca el cláxon, pero no es el caso de X, que además tampoco se preocupa por esperar mucho tiempo para aparcar, como hace el resto de conductores; esto nos indica que podríamos estar ante un sujeto que se cree superior.
La víctima (de ahora en adelante 'Y') -
Durante los primeros momentos, Y no es consciente de estar sufriendo una situación que le convierte -en cierto modo- en una víctima, por lo que aguanta pacientemente durante casi quince minutos.
No concibe que una persona pueda dejar el coche aparcado en doble fila, impidiendo la salida de otro vechículo, y marcharse sin más, por lo que pasa por un momento de incredulidad cuando por fin es consciente la situación real: está atrapada.
Tras este breve 'shock', Y siente frustración, puesto que realmente lo único que puede hacer es pedir ayuda (tocar el claxon).
La frustración se transforma en enfado e impotencia cuando Y es reprendida por estar haciendo mucho ruido; no sólo se siente mal por no poder salir de allí, sino que se siente incomprendida por una sociedad que además, criminaliza su comportamiento, ignorando el del infractor.
Y llama a la policía como última opción, porque no dispone de más mecanismos para 'hacer justicia'; no puede romper una ventana del coche mal aparcado para quitar el freno de mano y empujarlo, así como tampoco puede pincharle las ruedas, etc... Debido al estrés y a la indignación, por la cabeza de Y planean ideas de venganza, pero sabe que socialmente son hechos reprobables, así que se controla.
Cuando la policía no acude, Y se siente ignorada: las herramientas que el Estado pone a disposición del ciudadano de a pie para que resuelva sus problemas, han fallado, e Y pierde confianza en la eficacia de la justicia.
Finalmente, Y comprende que 'debe tomarse la justicia por su mano' o encontrar una solución legal y creativa para salir de allí, por lo que aprovecha una circunstancia favorable (coche del carnicero aparcado detrás) para solucionar el problema; también tiene un 'detalle' con el infractor al dejarle la nota, pues siente la necesidad de que X empatice con su situación, la comprenda y no vuelva a hacerlo.
En el momento en que Y encuentra a los agentes de policía por casualidad, decide hacer un último esfuerzo por 'hacer justicia' y les señala el comportamiento de X, pero aún así no obtiene la respuesta que busca: no parece que X vaya a ser sancionado de ninguna manera porque Y ya ha conseguido salir, por lo que para la policía, ya no hay problema.
Y presenta un estado emocional muy alterado que la lleva a pensar que quizá saltarse las normas también es una opción para ella, puesto que ha tenido que cargar con todas las consecuencias de la situación (incomprensión por parte de la sociedad, reprimenda por quejarse, ser ignorada por la policía...), mientras que X se ha salido con la suya.
Conclusión -
Mientras que Y forma parte de un grupo cultural mayoritario que fomenta valores como la consideración hacia los demás, los buenos modales, etc., X pertenece a un grupo cultural que choca con esas ideas (teoría de la asociación diferencial), por lo que ambos están 'condenados' a no entenderse.
Si bien en esta situación, sería necesario un agente mediador (en este caso, la policía), es Y quien tiene que proporcionar la solución al problema, tanto en beneficio propio (sacar el coche de allí) como en beneficio de la sociedad (aleccionamiento de X mediante una nota).
Y tiene que realizar también un esfuerzo para soportar una situación desfavorable con entereza (resiliencia), e indirectamente se le exije que sea paciente, que sea cívica y que siga las normas, cosas que no parece que nadie le exija a X (justicia ineficaz y desigual).
En cuanto a la justicia, en este caso existe un doble fracaso por su parte: primero al dejar impune el comportamiento de X, dando mal ejemplo a otros ciudadanos que pueden imitarle, y segundo al no 'hacerse valer' sirviendo a Y, con lo que se da una situación que la víctima no concibe como 'conforme a la ley', ni siquiera por parte de los agentes encargados de aplicarla (pérdida de respeto por las normas).
La estructura social no ha proveído a Y con las herramientas necesarias para lograr su meta de hacer justicia (teoría de la anomia), con lo que se le llegan a pasar por la cabeza cosas como saltarse las normas, 'tomarse la justicia por su mano' o delinquir para vengarse de X (hacerle algo en el coche).
Este caso puede parecer jocoso, pero es un excelente ejemplo de desorganización social: mientras unos indivíduos campan a sus anchas sin recibir ninguna amonestación, otros sufren las consecuencias, y aunque tratan por todos los medios de llamar la atención sobre el comportamiento del infractor (cosa que no depende de ellos sino de los agentes encargados de hacer cumplir las normas), este hecho puede seguir produciéndose por la falta de respuesta de la ley.
Indirectamente, es una forma de generar criminalidad, dado que el infractor sale reforzado de la situación y la víctima, así como otras personas, pueden verse tentadas de saltarse unas normas que no se hacen respetar.
Como apunte final, hacer mención a la necesidad de una justicia restaurativa, y no sólo de una justicia eminentemente práctica, porque el problema de la víctima en este caso no era que quería salir de allí, sino que un vehículo mal estacionado se lo impedía; no se trata de una exigencia por parte de la víctima, sino de un conflicto derivado de la desorganización social: una persona se salta las normas y perjudica a otra.
La víctima no quiere serlo, pero otra persona la pone en una situación complicada, y esa es la verdadera génesis del conflicto.
Por eso no basta con que la víctima haya conseguido salir de allí por sus propios medios, sino que la justicia debería tomar parte activa en la resolución del problema (el coche en doble fila) desde su base, ayudando a la víctima y no convirtiéndola en el foco de atención mientras se ignora el comportamiento que ha generado su victimación.
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