“La mejor manera de predecir el futuro,
es creándolo.”
Abraham Lincoln.
“Click. Imprimir. Arma.”
Con el vertiginoso avance de las tecnologías del último siglo del que estamos siendo testigos, y por increíble y futurista que pueda parecer, la tecnología de impresión 3D ha superado con creces a la ciencia ficción, ya que a día de hoy esta tecnología hace posible fabricar casi cualquier objeto físico con tan solo pulsar una tecla, transformando un diseño o un modelo digital en una realidad tangible formada por plástico.
Resulta colosal la cantidad de posibilidades que la impresión 3D ofrece y el alcance que esta tecnología puede tener, naciendo así todo un abanico de opciones dentro del ámbito de la imprenta. En relativamente poco tiempo, cualquier persona con acceso a una impresora 3D podrá adquirir el diseño de manera online de una taza o un muñeco, descargarlo e imprimir un objeto actual al más puro 'state-of-the-art'. Una de las posibilidades más prometedoras dentro esta tecnología es la conocida como bioprinting, o impresión de partes del cuerpo humano. Ésta se basa en la fabricación de órganos y tejidos a partir de un modelo tridimensional dentro de un entorno estéril en el que se suministran células humanas a un hidrogel que realiza la función de soporte matriz. De esta manera, el acceso a la nueva medicina regenerativa se hace posible, pudiendo imprimir desde cartílagos, células del hígado, exo-esqueletos y riñones artificiales.
Ahora bien, en la otra cara de la moneda impresa, ¿sería usted capaz de creer que existe la posibilidad de imprimir un arma? De ser esto posible, ¿sería usted a su vez capaz de imaginar que existen personas dispuestas a bajarse de Internet los planos de fabricación de dicha arma, potencialmente mortal, para poder imprimirla en casa? Los datos hablan por nosotros: más de 100.000 personas ya lo han hecho.
En el año 2012, Cody R. Wilson, estudiante americano de Derecho en la Universidad de Texas, autodenominado libertario radical y anarquista de 25 años, creó la primera pistola hecha con una máquina de impresión en 3D. Esta pistola es actualmente conocida como “El Liberador” (del inglés, “The Liberator”), en irónico homenaje a las sencillas pistolas de bajo coste y de un solo disparo diseñadas durante la Segunda Guerra Mundial por los Aliados para ser lanzadas desde el aire sobre Francia en plena ocupación nazi. De las 16 piezas que componen este arma, 15 son de plástico ensamblado y creado por una impresora de segunda mano de 8.000 dólares (aproximadamente unos 7.500 euros): la Stratasys Dimension SST 3D, máquina que establece hilos de polímero fundido que se suman por capas con precisión en forma de objetos sólidos con la misma facilidad que una impresora tradicional pone tinta sobre una página. La única pieza que no es impresa es un clavo de ferretería común que es utilizado como el percutor de la pistola. Esta pieza adicional hace que se convierta en un arma visible a detectores de metales y que cumpla con las leyes en EEUU (amparándose en la Ley de Armas de Fuego Indetectables de 1988, cuya actualización está pendiente de renovación).
La impresión en 3D funciona de la siguiente manera: primero, por medio de un software específico se crea un diseño asistido por ordenador o un archivo CAD (en inglés conocido como computer-aided design o diseño asistido por computadora) del objeto físico que se desea obtener; segundo, se genera un diseño tridimensional de tipo CAD y ese archivo se envía a una impresora 3D; tercero, contando con el material adecuado, la impresora construye el objeto partiendo del archivo CAD comenzando por la base y aplicándolo en una serie de capas. Al final del proceso, nace un objeto impreso en 3D: tu propia arma auto-fabricada, una Liberator que dispara balas del calibre .380 auto.
Estas armas de plástico no son equiparables al 100% con la capacidad de fuego de un arma de metal y sin embargo son capaces de producir heridas y, técnicamente, hasta la muerte de una persona. Muchos escépticos de la fabricación de armas han afirmado que ninguna pistola de plástico podría nunca soportar la presión y el calor de la detonación de un cartucho de munición sin deformar o explotar el arma. Pero el diseño creado por la empresa de Wilson, Defense Distributed, ha hecho justamente eso.
Incluso el propio Wilson asegura no saber cómo es posible. Pero un truco importante podría ser un paso añadido en la fabricación del arma: introducir el cañón de la pistola en un frasco de acetona vaporizada dentro de una olla con agua caliente, un proceso que de forma ligera derrite químicamente su superficie y suaviza el orifico para evitar su fricción. A pesar de que el cañón se deforme después de disparar, la empresa de Wilson ha diseñado cañones extraíbles que pueden ser intercambiados en cuestión de segundos.
Además, Wilson ha creado compartimentos de municiones 3D imprimibles de 30 cartuchos para los rifles AR-15 y AK-47. De esta manera, cualquier persona que pueda imprimir en 3D puede ordenar el resto de piezas del arma por correo y así “bordear” las leyes de armas.
No satisfecho con haber hecho todo lo anterior, el 5 de mayo de 2013 Wilson, en un afán libertario y de “anarquista de mercado”, decidió subir a Internet a través de la página web de su empresa Defense Distributed los planos digitales de la también conocida como Wiki Weapon o “arma fantasma” para que pudieran ser descargados por cualquier persona, en cualquier parte del mundo. El resultado: más de 100.000 descargas antes de que el Gobierno norteamericano pudiera bloquear la página.
Tal acción trajo consigo el descontento del Gobierno de EEUU, el cual consideró que hacer públicos estos planos era asimilable al tráfico internacional de armas y que la empresa Defense Distributed no había pedido los permisos necesarios para su venta. Y el tío Sam aun no descansa tranquilo: a día de hoy, el modelo de la pistola de Wilson todavía puede descargarse a través de Internet. En cuestión de apenas unas horas, la polémica sobre la indetectabilidad y el anonimato del arma creció de forma vertiginosa, ya que aquí nacía la posibilidad de imprimirla sin incluir la pieza de metal que la hace visible ante los detectores de metales y que la convierte en un arma prohibida e ilegal.
Para dificultar que esto suceda, estados como el de California han aprobado ya un proyecto de ley (el Proyecto de Ley SB-808) mediante el que se pretende actualizar la legislación de armas de fuego y asegurar de que éstas estén sujetas a la misma legislación que el resto de armas, convirtiéndolas en ilegales si no han sido registradas debidamente en el Departamento de Justicia.
El impulsor de este proyecto de ley, el senador estatal Kevin de León, expuso lo siguiente: “Para construir armas personales al mismo nivel que el resto de los propietarios -que tienen que mostrar una verificación de antecedentes penales y el arma debe llevar un número de serie que se comunique al Departamento de Justicia para estar registrada junto a la identidad del propietario-, cualquier pistola o arma de fuego impresa 3D debería incluir componentes metálicos permanentes que no puedan ser separados de ellas y que deben poder ser detectables como exige la ley. Así, las armas impresas en 3D deberían tener número de serie para poder ser registradas y convertirse en armas legales”.
En países como Venezuela, donde el Gobierno ha prohibido la venta absoluta de armas de fuego para la población civil, la posibilidad de que un arma de plástico se encuentre al alcance de cualquier persona en el mundo con una impresora en 3D, fuera de la regulación legal de armas, sin número de registro y que puede ser ensamblada en cualquier lugar y momento, sin duda constituye un auténtico peligro para la seguridad nacional. Además, añadiendo la posibilidad de no ser detectadas en aeropuertos ni rastreadas al no disponer de un número de serie, hace más que evidente la magnitud de estos hechos, teniendo presente que es una tecnología pionera en la actualidad, pero ante la cual no resulta difícil imaginar lo accesible que puede llegar a convertirse en el futuro próximo.
Siguiendo la filosofía de Sun Tzu: “Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo, y saldrás triunfador en mil batallas". Con este pensamiento en mente, países como Reino Unido, donde la compra de armas por parte de civiles ya es de por sí limitada, han decidido hacer frente a la creciente preocupación pública acerca de las armas de plástico de una manera alternativa. En el año 2013, el Ministerio del Interior británico dispuso encomendar a los investigadores del Centro de Ciencia Aplicada y Tecnología (CAST), que asesora al Gobierno del Reino Unido en cuestiones científicas relacionadas con la prevención del delito, que imprimieran en 3D al menos una pistola para poder considerar qué grado de amenaza puede llegar a suponer esta tecnología.
El CAST utilizó una impresora 3D para fabricar un arma basándose en los planos que circulan libremente por Internet, aunque no han querido confirmar que fueran los producidos por la empresa Defense Distributed, con el resultado de que el arma falló al intentar dispararla. Finalmente, en 2014 el Ministerio del Interior británico consideró pertinente actualizar su reglamento de armas de fuego, dejando claro y citando expresamente en su normativa que es ilegal fabricar, vender, comprar y poseer armas de fuego imprimidas con tecnología de 3D sin la autoridad del Ministro del Interior, en virtud de la Ley de Armas de Fuego 1968.
De esta manera, actualmente la Guía de la Ley de la Licencia de Armas de Fuego actualizada por el Ministerio del Interior británico establece en su Sección 3.26 lo siguiente: "Las armas impresas en 3D son armas con cañón potencialmente letales y deben ser considerados como tales en la legislación. El método de fabricación no es significativo a esta consideración". La medida sancionadora correspondiente a la impresión 3D sin licencia de armas es una sanción de hasta 10 años de prisión. Para hacer frente a esta tecnología, el Servicio Nacional de Inteligencia Balística (NBIS), que realiza análisis forenses sobre armas de fuego en el Reino Unido, ha impreso y disparado con éxito armas con tecnología en 3D y, asimismo, ha fabricado un escáner que funciona en la utilización de ondas de radio las cuales permiten identificar la figura de una pistola, tanto de plástico como de metal, oculta debajo de cualquier atuendo.
Analizando la situación en España, la tecnología de impresión en 3D imprime un futuro bajo un horizonte legal inexplorado y, a día de hoy, repleto de un sinfín de consecuencias jurídicas. A raíz de esto, surgen infinidad de cuestiones que por su impacto social, económico, político y ambiental, deben ser tenidas en cuenta, entre las cuales se hallan cuestiones jurídicas conflictivas relacionadas con el ámbito de la propiedad intelectual y de la propiedad industrial.
Así pues, el primer punto jurídico vital a tener en cuenta es: ¿qué es considerado por nuestra legislación como un arma? Tal y como está dispuesto en el vigente Reglamento de Armas aprobado por el Real Decreto 137/93, de 29 de enero, y modificado por el Real Decreto 976/2011, de 8 de julio en su artículo 2 se entenderá por arma de fuego “toda arma portátil que tenga cañón y que lance, esté concebida para lanzar o pueda transformarse fácilmente para lanzar un perdigón, bala o proyectil por la acción de un combustible propulsor”.
Partimos de la base de que el artículo 149.26ª de nuestra Constitución española de 1978 declara que el Estado español tiene competencia exclusiva sobre la producción, venta, posesión y uso de armas y explosivos. Por ende, con arreglo a lo dispuesto en el artículo 4 del Reglamento de Armas, está expresamente prohibida la fabricación, importación, circulación, publicidad, compraventa, tenencia y uso de las armas o de sus imitaciones que sean el resultado de modificar sustancialmente las características de fabricación u origen de otras armas, sin la reglamentaria autorización de modelo o prototipo. En consecuencia, cualquier arma que sea producto de lo anterior, será considerada como un arma prohibida e ilegal.
Es más, el artículo 11 cita textualmente que “la fabricación de armas sólo se podrá efectuar en instalaciones oficialmente controladas, que se someterán a las prescripciones generales y especiales del presente Reglamento, aunque la producción se realice en régimen de artesanía”. A pesar de que en el Reglamento de Armas no se especifique manifiestamente sobre las armas de fuego impresas en 3D, ha de tenerse en cuenta de que quedan incluidas perfectamente entre las prohibiciones que se han descrito previamente siempre que no se confeccionen en una instalación oficialmente controlada. Y es que, además, en ningún artículo queda reflejado que para que un arma de fuego sea considerada como tal, deba estar fabricada con piezas metálicas.
En cuanto al régimen sancionador, si alguien decide fabricar un arma de fuego con tecnología de impresión en 3D, el Código Penal español de 1995 contempla en su Título XXII de los delitos contra el orden público que se estarían cometiendo dos delitos punibles con su correspondiente sanción: primero, la fabricación de un arma de fuego, no autorizado por las Leyes o la autoridad competente, serán castigados con la pena de prisión de cuatro a ocho años, tal y como dispone el artículo 568. Segundo, una vez fabricada, será punible la tenencia de armas prohibidas y de la de aquellas que sean resultado de la modificación sustancial de las características de fabricación de armas reglamentadas, siendo castigada con la pena de prisión de uno a tres años a tenor de lo dispuesto en el artículo 563.
El único supuesto en el que es legal en España la tenencia de este tipo de armas de fuego viene estipulado en el artículo 5 del Reglamento de Armas: “Queda prohibida la tenencia, salvo en el propio domicilio como objeto de adorno o de coleccionismo, con arreglo a lo dispuesto en el apartado b) del artículo 107 de este Reglamento, de imitaciones de armas de fuego que por sus características externas puedan inducir a confusión sobre su auténtica naturaleza, aunque no puedan ser transformadas en armas de fuego”. En otras palabras, estaría permitido tener un arma de fuego impresa en 3D dentro del hogar como un objeto de adorno o de coleccionismo.
En conclusión, y sin entrar en debates de pro o en contra de la tenencia de armas, es evidente que la tecnología de impresión en 3D ofrece convertir en cuestión de horas cualquier objeto surgido casi al antojo de la imaginación en algo completamente tangible y funcional. Sin duda, el potencial de esta tecnología de última generación es asombroso y en apenas un par de años desde su creación los métodos de fabricación y su expansión alrededor del mundo han progresado de forma extravagante, hecho que ha obligado de manera irremediable a que varios países hayan tenido que tomar cartas en el asunto según su propio criterio y adaptar la legislación. A día de hoy, no se conoce ningún incidente en el que un arma así se haya visto envuelta, pero siempre hay que esperar lo inesperado. Por último, simplemente lanzar una pregunta al aire: ¿hasta dónde llegaremos? El mañana es, sin duda, un misterio.
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Fuente de la imagen:http://estaticos. elmundo.es/elmundo/imagenes/ 2013/05/06/navegante/ 1367830879_extras_ladillos_1_ 0.jpg
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