La historia de nuestro paso por el mundo cuenta con un gran número de episodios tan oscuros que ejemplifican lo cruel e ignorante que puede ser el ser humano. El denominado séptimo arte constituye, sin duda, el mejor instrumento metodológico para denunciar la ignominia de la condición humana en uno de esos episodios tan vergonzosos, como es el de la esclavitud afroamericana, pues así como en la vida real las actitudes racistas de las personas se enjuician con la inteligencia, en el CINE, dichas actitudes conectan con las emociones, lo que permite interiorizar mucho mejor los mensajes que se pretenden trasladar al público sobre las deleznables prácticas de una sociedad basada en las desigualdades, que era capaz de tratar a las personas, no como mano de obra, sino como simples cosas que comprar y vender poseer y utilizar hasta que se “rompieran”. A través de este artículo pretendo hacer un sencillo repaso de los estereotipos más repetidos sobre la cuestión esclavista en la nación americana, que tantas grandes historias ha dado al CINE.
I.- Presentación
La frase “homo homini lupus” popularizada por el filósofo inglés Thomas Hobbes, del siglo XVII, en su obra Leviatán, se cita con frecuencia cuando se hace referencia a los horrores de los que es capaz la condición humana para consigo misma. Si tuviéramos que elegir acontecimientos históricos donde el hombre ha hecho gala de ser la especie más peligrosa del mundo, éstos serían, sin lugar a dudas: “el holocausto” y la “esclavitud”, dado que en ellos se han violado, reiteradamente, los derechos más fundamentales del ser humano -el derecho a la vida y el derecho a la libertad-. Ambos acontecimientos los ha reflejado el CINE, más el primero que el segundo, aunque en este artículo solamente escribiré sobre el segundo -el de la esclavitud-, puesto que algunas de las películas más exitosas de estos dos últimos años en el panorama cinematográfico han sido, precisamente, películas que han abordado esta temática, como por ejemplo: “Django desencadenado” (Quentin Tarantino, 2012); ”Lincoln” (Steven Spielberg, 2012) y la última, hasta la fecha, “12 años de esclavitud” (Steve McQueen, 2013).
A pesar del éxito de audiencia de los citados Films, que giran en torno al brutal sometimiento de la raza negra en los Estados Unidos durante los siglos XVIII y XIX, no deja de ser cierto, que no han sido muchas las producciones cinematográficas que han abordado el asunto de la esclavitud negra a lo largo de la historia -menos de 20 películas-; lo que puede tener una explicación lógica en lo difícil que debe de resultar que el Cine americano entone elmea culpa y decida revisar uno de los momentos más oscuros del país -la esclavitud-. Esto mismo ha pasado también con el “Holocausto judío”; hasta que Steven Spielberg presentara su sensacional película “La lista de Schindler” (1993) -el industrial que trata de salvar a sus trabajadores hebreos-, donde se describe con toda crudeza el antisemitismo nazi, tema que había pasado casi inadvertido, hasta ese momento, para Hollywood. Y es que, quizás por un excesivo sentido del pudor, durante muchos años, los acontecimientos más dramáticos de nuestra historia no han querido ser, prácticamente, abordados por el séptimo arte.
No obstante, y aunque en particular la temática de la esclavitud haya sido una cuestión tabú para el Cine; este silencio generalizado de la industria cinematográfica, ha sido suplido, en cierta medida, por la pequeña pantalla, la cual ha dejado uno de los mejores testimonios sobre el drama racista en Estados Unidos, con la serie televisiva “Raíces”, producida en 1977, por la cadena de televisión ABC. En ella se narraba la historia de Kunta Kinte (LeVar Burton) que empezaba en 1750, en Gambia, con el nacimiento de Kunta, hijo de Binta (Cicely Tyson) y Omoro Kinte (Thalmus Rasulala), donde creció feliz hasta los 17 años, en que fue hecho prisionero por un grupo de negreros y llevado junto con otros140 hombres y mujeres a bordo del Lord Ligonnier, una nave negrera comandada por el Capitán Thomas Davies (Edward Asner) hasta América, donde vivió como esclavo. La serie fue un éxito de crítica y público, tanto en Estados Unidos como fuera de allí, especialmente, en España donde se emitió en el año 1979.
Aunque, como hemos apuntado, no sean muchos los films sobre la temática de la esclavitud afroamericana y, ello, a pesar de haber sido una cuestión traumática, que dividió al país americano y le llevó a una guerra civil; sin embargo, las películas que han llegado a ver la luz, han puesto al desnudo con relatos intensos y llenos de crudeza uno de los aspectos más reprobables de la nación americana, describiendo con profusión de detalles los extremos del salvajismo y la brutalidad humana, así como las constantes humillaciones cometidas sobre seres humanos esclavizados, con frecuencia, como forma para mantener en pie el sistema esclavista.
Este vergonzoso acontecimiento histórico terminó en los EE.UU., afortunadamente, en el año 1865, con la aprobación de la “Enmienda Decimotercera” a la Constitución americana, que puso fin, teóricamente, a la esclavitud en esta nación. La intrahistoria de la aprobación de esta “Enmienda” nos la relata Steven Spielberg, en la película ”Lincoln” (2012 ), que nos cuenta cómo el decimosexto presidente Abraham Lincoln, quizás junto con George Washington el más emblemático de los Estados Unidos, se enfrenta a la mayor crisis de conciencia de su vida, pues en el año 1865, mientras la Guerra Civil Americana se acerca a su fin, él propone una Enmienda a la Constitución que prohíbe la esclavitud, en una carrera contrarreloj, para conseguir los votos necesarios, pues si la paz llega antes de que se apruebe la Enmienda, el Sur tendría poder para rechazarla y mantener la esclavitud; si la paz llega después, decenas de miles de personas seguirán muriendo en el frente de guerra.
La aprobación de esta “Decimotercera Enmienda”, que, como hemos dicho, puso fin, teóricamente, a la esclavitud en esta gran nación, no terminó con la lucha por la libertad y la igualdad, que ahí sigue hasta estos mismos momentos. Así lo pone de manifiesto la reciente película “El mayordomo”, (Lee Daniels 2013), que echa una mirada a las grandes desigualdades entre negros y blancos, que perduraron hasta mucho tiempo después de la abolición de la esclavitud. La cinta relata la historia de Cecil Gaines (Forest Whitaker), un hombre negro que fue criado en una plantación de algodón en la década de 1920, que luchó por escapar de la segregación racial del Sur de los EE UU, en busca de una vida mejor y que acabó siendo mayordomo jefe de la Casa Blanca desde 1952 hasta 1986.
II.- Algunos estereotipos de la cuestión esclavista en la forma que los relata el CINE
La esclavitud es tan vieja como la humanidad misma y podemos decir que consustancial a la misma; desde los tiempos más antiguos los hombres siempre han esclavizado a sus semejantes. La tónica a lo largo de la historia es la de que unos pueblos conquisten a los otros y cuando han conseguido subyugarlos, sometan a sus ciudadanos a la esclavitud. El esclavo era un producto de la conquista militar de un pueblo sobre otro; algo así como un botín de guerra. El cine de Hollywood, refleja estas situaciones en sensacionales películas como fueron, por citar algunas de las mejores: “Los diez mandamientos” (Cecil B. DeMille, 1956) “BenHur” (William Wyler, 1959), “Espartaco”(Stanley Kubrick, 1960) y como más reciente en el tiempo “Gladiator” (Ridley Scott, 2000).
La esclavitud en los siglos XVIII y XIX en América, se encuadra en la estructura productiva del sistema capitalista, donde los esclavos eran sólo mano de obra dispuesta a generar ganancias; seres desarraigados, productos de mercado, capital invertido. La característica común de esta esclavitud afroamericana fue la ausencia de libertad del esclavo, la dependencia absoluta de sus amos y el uso de la violencia como elemento de relación entre amos y esclavos. Es en este contexto sobre el que pretendo abordar los tópicos con los que el CINE ha tratado de mostrar al público la cuestión esclavista, empezando por la justificación de la misma, siguiendo por la rebeldía de los esclavos, la violencia de los amos, los abusos sexuales sobre las esclavas negras y, para finalizar, las complejas relaciones entre amos y esclavos.
1.- La justificación de la esclavitud
La primera pregunta que nos debemos de hacer es la de por qué se eligieron como esclavos a las personas de raza negra -sólo los negros eran esclavizados-, quizás porque eran mejores trabajadores, más fuertes y más resistentes a las enfermedades, parece ser que no fueran estas las razones, sino otras, en concreto, razones puramente racistas. Los derechos humanos básicos fueron negados a las personas negras, solamente por el color de su piel. Los negros eran considerados seres inferiores, asimilados frecuentemente a animales, "seres sin alma", lo que justificaría su esclavitud sin entrar en contradicción con los principios morales cristianos dominantes en la época. Es decir, justificando la condición inferior de los negros se legitimaba su explotación.
Para controlar la situación y marcar la superioridad social y racial de los blancos sobre los negros, los amos blancos de las Haciendas donde explotaban a sus esclavos negros, en un intento vano para justificar la esclavitud, generaron todo un mundo de tópicos sobre éstos. Según los amos blancos, todos los vicios posibles adornaban a sus esclavos negros, eran: brutales, ignorantes, holgazanes, taimados, traidores, sanguinarios, ladrones, desconfiados y supersticiosos. Estos prejuicios racistas sobre la supuesta desigualdad de las razas y, en especial, de la supuesta inferioridad de la raza negra, se llegaron incluso a racionalizar mediante la ciencia, que se usó como instrumento para legitimar las posiciones de los esclavistas.
La mejor manifestación de lo que estamos hablando, la podemos ver en la película “Django desencadenado” (Quentin Tarantino, 2012); que narra cómo en Texas, dos años antes de estallar la Guerra Civil Americana, King Schultz (Christoph Waltz), un caza-recompensas alemán, que le sigue la pista a unos asesinos para cobrar por sus cabezas, le promete al esclavo negro Django (Jamie Foxx) dejarlo en libertad si le ayuda a atraparlos. Él acepta, pues luego quiere ir a buscar a su esposa Broomhilda (Kerry Washington), una esclava que está en una plantación del terrateniente Calvin Candie (Leonardo DiCaprio), uno de los barones más poderosos del Sur estadounidense.
Es precisamente este terrateniente, Monsieur Calvin Candie (Leonardo DiCaprio), quien hace un discurso colosal sobre la diferencia biológica entre la raza blanca y la negra. Saca un cráneo que coloca encima de la mesa, dicho cráneo perteneció a un viejo sirviente, un tal “Ben”, negro naturalmente. El tal “Ben” había cuidado del abuelo de Calvin Candie, de su padre e incluso de él mismo, es decir de tres generaciones. Lo había hecho con un servilismo que "sólo podía esperarse de los negros". Calvin Candie manifiesta que "Ben” afeitaba a su padre y se pregunta ¿por qué nunca se le ocurrió rebanarle el pescuezo?. Él mismo se da la respuesta “si yo hubiera estado en su lugar, lo habría hecho sin dudarlo". Candie (DiCaprio) coge una sierra, corta la parte occipital del cráneo, y enseña el interior del hueso a sus asustados invitados. El área de la sumisión, del servilismo, ha dejado aquí "tres huecos". Si ustedes buscan en un cráneo blanco, les dice el terrateniente, no hallarán nada en la zona occipital -lisa como una patena-. Eso sí, en la parte superior del cráneo, señala Candie, los blancos tienen bien marcados los lóbulos de lacreatividad. ¿Y los negros?. La biología les ha negado ese privilegio, ratifica Candie, tras lo cual deja la sierra, coge un martillo y rompe el cráneo de un certero martillazo.
La verdad, es que después de ver la película algunos nos preguntamos por qué el viejo “Ben” no le cortaría el cuello a su amo, como nos lo preguntamos, sin duda, cuando vemos la película “El Color púrpura” (Steven Spielberg, 1985). La película cuenta la historia de Celie Johnson (Whoopi Goldberg), una adolescente negra de catorce años que está embarazada de su propio padre, quien la vende a un hombre que la maltrata y la esclaviza. En esta película vemos una escena en la que Celie afeita con navaja a su odioso maltratador Albert (Danny Glover). En esa escena del afeitado muchos deseamos que le rebane el cuello de una puñetera vez a ese tipo tan odioso que es Albert y que tan mal la trata, pero la desgraciada de Celie no se atreve.
Y es que los esclavos negros son, en ocasiones, representados en las películas como una raza que ha perdido la valentía. Sin embargo, no debemos olvidar la dificultad que implica resistirse viviendo, o siendo más preciso, sobreviviendo aterrorizados. Es tal el miedo de los esclavos a las represalias de sus amos, que como podemos ver en la película “12 años de esclavitud” ((Steve McQueen, 2013)), el solo hecho de ofrecer un trago de agua al esclavo Solomon Northup (Chiwetel Ejifor) mientras éste agoniza en la horca, puede resultar una temeridad. Nadie hace nada por ayudarle. Los esclavos están totalmente alienados, cosa que es fácil de entender, ¿quien no lo estaría en sus circunstancias?, si hasta como espectadores sentimos miedo a las violentas reacciones de los amos.
En todo caso, la escena de DiCaprio en la película “Django desencadenado” (Quentin Tarantino, 2012), que hemos comentado, nos viene a recordar lo peligroso que es mezclar prejuicios y ciencia. Esta peligrosa mezcla ya generó otro de los mayores horrores de la humanidad moderna -el holocausto- con las teorías del cruel Doctor Josep Mengele a la cabeza.
Para controlar la situación y marcar la superioridad social sobre los negros, los amos blancos de las Haciendas prohibían a sus esclavos negros acceder a la cultura; se les prohibía leer o escribir. El que un esclavo sepa leer o escribir es motivo de castigo, lo podemos visualizar en la película “Mandingo” (Richard Fleischer, 1975). La lectura está totalmente prohibida entre los esclavos, se considera que los que leen lo mejor es quitarles un ojo y el único negro de la plantación que sabe leer, Cicero (Ji-Tu Cuumbuka), enseña a los demás, y cuando alguien es descubierto con un libro, el castigo resulta más brutal, porque su acto es peor que el hecho de fugarse o insultar al amo. También podemos ver este rechazo a que los esclavos sean personas instruidas en la película “12 años de esclavitud” (Steve McQueen, 2013) donde Salomon Northup (Chiwetel Ejifor) se las tiene que ingeniar de mil y una maneras para poder escribir una carta a su familia.
2.- La resistencia a la esclavitud
En la lucha por la libertad que protagonizaron los esclavos, la violencia de los amos era un fenómeno común en este sistema esclavista. Uno de los conflictos más importantes a los que tuvieron que enfrentarse, tanto las autoridades, como los propietarios de las grandes Haciendas que tenían esclavos, fue al hecho de la rebeldía de éstos. Esta rebeldía tomó las más diversas formas en función del tiempo y los espacios. Las resistencias variaron y se plasmaron en sublevaciones, que poco a poco fueron minando el orden colonial y el propio sistema esclavista. Es posible, que uno de los elementos que llevaron a la abolición definitiva de la esclavitud fuera, precisamente, la resistencia que presentaron los esclavos a la misma.
Una de estas rebeliones de esclavos que mejor ha reflejado el Cine es la que tiene lugar en la embarcación de nombre “Amistad”, que da título a la película de Steven Spielberg estrenada en 1997, basada en la historia real de un grupo de esclavos africanos amotinados en su viaje desde Sierra Leona a Cuba, a bordo de la goleta de bandera española La Amistad, cerca de Long Island, en julio de 1839. La película se extiende desde esa fecha hasta el año de 1842, en que son declarados inocentes los amotinados y se les da la opción de quedarse en EE. UU., como ciudadanos libres o volver a su país
La rebelión de los esclavos negros, obedecía, según sus amos blancos, no a las malas condiciones que los esclavos soportaban, sino a la " propia naturaleza de los negros", que formaba parte del estereotipo que se aplicaba a los miembros de esta raza y que servía para justificar la brutalidad de sus amos. No obstante, fue la huida la forma más creativa de resistencia esclavista y es también la que el CINE refleja con mayor profusión de detalles. Algunas películas se inician con la persecución de esclavos fugitivos, como ocurre en la película “La esclava libre” (Raoul Walsh 1957) que comienza, precisamente, con una escena de esa persecución de esclavos fugitivos en una plantación de Kentucky. Escena que se reproduce con cierta semejanza en la película mucho más reciente “Manderlay” (Lars von Trier, 2005).
La huida de los esclavos era castigaba, normalmente, con la muerte cuando el esclavo era capturado, como un elemento fundamental de intimidación. Lo vemos en la película “12 años de esclavitud” (Steve McQueen, 2013),película está basada en las memorias de Solomon Northup, un violinista y padre de familia, que vivió en el siglo XIX. De raza negra y perteneciente a la alta sociedad de la época en Estados Unidos, fue secuestrado y vendido como esclavo y así vivió casi 12 años de su vida. El protagonista Solomon Northup (Chiwetel Ejifor), en un intento de huida, tiene la oportunidad de ver cómo los capataces han colgado de un árbol a dos compañeros que habían tenido su misma intención, esa visión parece ser que le “convence” de que la huida no es la mejor solución para terminar con su estado de esclavitud, porque no volverá a intentarlo. Sí que lo intenta y repetidas veces el joven Kunta Kinte (LeVar Burton) en la serie “Raices” (1977), intentos de evasión que terminarían costándole parte de un pie como castigo para recordarle que no debería intentar huir de nuevo.
A pesar de las brutalidades cometidas por los amos contra sus esclavos fuguistas, el intento desesperado por anular las voluntades de éstos fue un rotundo fracaso; la rebeldía de los esclavos nunca pudo ser reprimida, a pesar de los crueles castigos, como el linchamiento de un sirviente colgado de los pies, que podemos ver en la película “Mandingo” (Richard Fleischer, 1975).
3.- El esclavismo y la violencia
Como cualquier sistema en el que las relaciones entre propietarios y trabajadores sean de dependencia, es preciso dotarse de unos mecanismos que justifiquen la dominación y que consigan inducir en los dominados un sentimiento de inferioridad, sin esos dos elementos la esclavitud se haría imposible de mantener. El esclavismo se caracterizó, en todos los tiempos y lugares de América, por el uso de la violencia; los propietarios, apoyados por las leyes, dirigían sus dotaciones de esclavos a golpe de látigo. No sería posible la esclavitud sin un sistema de castigos indiscriminados que desconcertaran a quienes los recibían y sembraran el terror entre ellos. Este terror que producía el castigo servía para que el esclavo quedase sin mecanismos de resistencia ante la autoridad de los amos -el miedo era fundamental para mantener el sistema esclavista-.
El castigo físico en sus diversas modalidades: latigazos, maderos del cepo, grilletes y argollas, venta a otro dueño, mutilaciones y otros castigos, eran todos ellos crueles e inhumanos, como el que se aplica en la película “Django Desencadanado” (Quentin Tarantino, 2012) a la esposa del propio Django (Jamie Foxx) Broomhilda (Kerry Washington), cuando la meten desnuda en una “caja caliente” por tratar de huir de la plantación, o el castigo que se aplica al propio Django (Jamie Foxx) que le cuelgan por los pies y le amenazan con cortarle los testículos, o el castigo mortal de “Mede” apodo del mandingo llamado Gamínedes (Ken Norton) en agua hirviendo, que se relata en la película “Mandingo” (Richard Fleischer, 1975). Esta película, con toda la tensión dramática, que no es fácil encontrar en otras películas de esta temática, narra cómo en una plantación esclavista del Sur de Estados Unidos, el propietario Warren Maxwell (James Mason) adiestra a sus esclavos para ser campeones de lucha.
El castigo fue la norma en las relaciones amo esclavo. Se aplicaba de forma indiscriminada, cualquier acción u omisión del esclavo, por nimia que fuera aquella, se convertía en objeto de culpa y, por tanto, era sancionable. Lo vemos en la terrible escena de la película “12 años de esclavitud” (Steve McQueen, 2013), una de las más traumáticas de la película, donde desnudan a la esclava Patsey (Lupita Nyong'o) y tras atarla de pies y manos a un palo, el amo le propina una paliza, bajo la fría e irritante mirada de su mujer Sarah Paulson, hasta que la deja medio muerta, y todo porque quiere un trozo de jabón. "El ama no me lo da y huelo tan mal que me entran ganas de vomitar", se queja Patsey (Lupita Nyong'o) a su amo y señor Edwin Epps (Michael Fassbender) -un auténtico psicópata-. El espectador percibe en esta escena el chasquido del látigo y aprecia que el contacto de éste desgarra la carne de la pobre esclava, mientras sus ojos expresan un sufrimiento sin límites. La escena ofrece una visión brutal del trato que podían recibir los esclavos en las plantaciones del Sur de los EEUU.
Esta brutal paliza es uno de los momentos más duros de la película, que nos recuerda aquella otra escena que pudimos ver en otra película, ”La pasión de Cristo” (Mel Gibson 2004), sobre la flagelación de Jesús. Una secuencia larga y dura, repleta de sadismo y crueldad, particularmente, cuando los verdugos romanos golpean a Jesús con correas, que tenían en las puntas unos garfios de hierro con los que le arrancaban la carne a cada golpe.
Tal era la crueldad de los amos con sus esclavos, que era costumbre en muchas plantaciones, explotar al esclavo bajo severas condiciones hasta su muerte, pues salía más barato comprar nuevos esclavos que mejorar sus condiciones de vida. Hasta tal punto que cuando eran viejos y no servían para el trabajo, los amos se deshacían de ellos entregándolos a los perros, como la escena que vemos en la película “Djando desencadenado” (Quentin Tarantino, 2012).
Otro detalle más de la crueldad de los amos con sus esclavos era la utilización de éstos para la diversión y el entretenimiento, haciéndoles pelear entre sí en sádicos combates a muerte, como refleja esa escena de la película “Djando desencadenado” (Quentin Tarantino, 2012) en la que unos amos, por entretenimiento, obligan a dos esclavos a pelear, y le dan al ganador un martillo para que aplaste el cráneo del desgraciado perdedor. Esa crueldad desmedida la podemos ver también en la película “Mandingo” (Richard Fleischer, 1975), durante el desarrollo de una brutal pelea de negros, que utilizando todos los medios más primitivos posibles, dos esclavos se matan a mordiscos, aunque quizás resulta más bochornoso ver a la muchedumbre divirtiéndose con el deplorable espectáculo.
La opción para muchos esclavos ante tanto sufrimiento y tanta desesperación, no era otra que la muerte, pero algunos ni siquiera tenían esa desdichada opción, como le ocurre a Patsey (Lupita Nyong'o) en la película “12 años de esclavitud” (Steve McQueen 2013), que ni eso consiguió a pesar de intentarlo en varias ocasiones.
4.- El sexismo en la esclavitud
Que los amos blancos puedan abusar sexualmente de sus esclavas es algo que parece estar asumido como algo habitual, tal y como lo pone de manifiesto Django (Jamie Foxx) cuando en la película “Django desencadenado” (Quentin Tarantino, 2012) expresa su temor de que vayan a hacer de su esposa Broomhilda (Kerry Washington,) una “mujer de confort”, sometida a violaciones de cualquier hombre blanco relacionado con la plantación donde vive como esclava.
Los filmes sobre esclavitud abundan en las escenas sobre la mujer esclava, a la que presentan como la persona que sufre una doble explotación: la laboral y la sexual. Son muchas las películas que destacan no sólo el racismo, sino también el sexismo que se practicaba con las esclavas negras. Uno de los mejores ejemplos nos lo da McQueen, en la dirección de “12 años de esclavitud” (2013) con el personaje de Patsey (Lupita Nyong’o), que soporta los abusos sexuales de su violento y salvaje amo, Edwin Epps (Michael Fassbender), junto al trabajo forzado de recogida de algodón (que por cierto, era una trabajadora excepcional, pues mientras la mayoría de los recolectores de algodón obtienen como media 90 kilos al día, ella siempre supera holgadamente los 200). La joven Patsey está atrapada entre el libidinoso Epps y su mujer celosa, Sarah Paulson. La vida de la pobre Patsey está permanentemente pendiente de un hilo, violada y azotada una y mil veces por el amo, sufre más que cualquiera de los otros esclavos. Esta situación de sufrimiento y de rabia contenida, le lleva a Patsey a la desesperación, parece un ser sin vida en las escenas de las agresiones sexuales.
El amo de Patsey, el malvado Edwin Epps (Michael Fassbender) en su incapacidad para resolver la confrontación entre su desprecio a los negros y su atracción hacia una esclava, pone de manifiesto esa contradicción que muestran los amos blancos, que consideran a sus esclavas como animales, salvo para acostarse con ellas, que ahí si que las valoran como personas, hasta llegan a enamorarse de ellas como es el caso de Hammond Maxwell (Perry King) en la película “Mandingo” (Richard Fleischer,1975), amando secretamente a la esclava Ellen (Brenda Sykes).
Otro abuso sexual sobre una esclava lo podemos apreciar la película de la “Esclava libre” (Raoul Walsh, 1957), donde vemos que el tratante de esclavos Calloway (Ray Teal), que lleva a la esclava Amantha Starr (Yvonne De Carlo) a Nueva Orleans, donde pretende venderla por un buen precio, no deja pasar la oportunidad de “abusar” de ella, antes de venderla.
Pero si queremos encontrar una película que recoja todo tipo de abusos sexuales que se pueden cometer contra los esclavos es, sin ningún género de duda, la película de “Mandingo” (Richard Fleischer, 1975). En esta película hay todo tipo relaciones interraciales de amor y sexo imaginables. Es de destacar la ninfomanía de la repugnante Blanche (Susan George), provocando, mediante chantaje, relaciones sexuales con el esclavo mandingo, que la harán finalmente quedarse embarazada con unos resultados, que serán el detonante de la tragedia con la que concluye fríamente la película: el asesinato del niño negro recién nacido por el médico que atiende el parto. También en esta película de “Mandingo” (Richard Fleischer, 1975), aparecen los celos de la esposa del amo, Blanche (Susan George) por la esclava amante de aquél, que conocedora del embarazo de ésta la agrede, violentamente, haciéndola caer por una escalera, en cuyo accidente pierde el hijo que esperaba de su marido. Escena de celos que también relata Steve MacQuen en “12 años de esclavitud” en el personaje que interpreta Sarah Paulson.
Este rechazo de las esposas de los amos blancos a que éstos tengan relaciones con sus esclavas negras no parece compartirlo el viejo Maxwell (James Mason) cuando en la película “Mandingo” (Richard Fleischer, 1975) manifiesta que las esposas blancas soportan bien que sus maridos tengan amantes negras, porque así las dejan en paz.
En algunos casos los abusos sexuales de los amos sobre sus esclavas son bien tolerados por éstas, quizás porque no les queda más remedio, tal es el caso de la esclava Ellen (Brenda Sykes), convertida en una de las amantes preferidas de Hammond Maxwell (Perry King), en la película “Mandingo” (Richard Fleischer, 1975), cuando éste le dice a la esclava “Lo cierto es que ando mal”-padecía cierta cojera- y la esclava le contesta “pero te comportas bien, amor", pues para esta esclava siempre es preferible un amo comprensivo y dulce en la cama, que uno de los muchos hombres blancos que la han poseído con asco y violencia. También, es complaciente la esclava Amantha Starr (Yvonne De Carlo) con su amo Hamish Bond (Clark Gable) en la película “La esclava libre” (Raoul Walssh, 1957), como pone de manifiesto esa secuencia cargada de sensualidad, en la que amo y esclava se abrazan apasionadamente, mientras el temporal tormentoso golpea las persianas de la vivienda.
Ahora bien, si tuviéramos que elegir una película que profundiza como ninguna otra en la condición femenina, en su fragilidad y en su fuerza, en la eterna lucha por la dignidad, que una mujer debe emprender cada día, muchas veces pisoteada por la crueldad y la indiferencia de los hombres, esa película es “El color púrpura” (Steven Spielberg, 1985). Este conmovedor relato no es otra cosa que la búsqueda de la libertad por la desgraciada de Celie Johnson (Whoopi Goldberg), convertida en esclava del odioso personaje Albert (Danny Glover).
Podemos decir a modo de resumen, que las escenas que nos da el CINE sobre el abuso sexual de los amos sobre sus esclavas, reflejan los más bajos instintos de la condición humana, que hace que los hombres aparezcan como verdaderos “cerdos”; nada más gráfico que la escena que describe Steve Mcqueen en la película “12 años de esclavitud” (2013), en la que el cruel propietario de la plantación Edwin Epps, (Michael Fassbender) persigue borracho y furioso a Salomon Northup ( Chiwetel Ejifor) y acaba cayéndose dentro de la pocilga de los cerdos, mezclándose con ellos, como uno más.
5.- Amos y esclavos
Los amos de los esclavos vivían una vida de lujo y refinamiento. El mejor ejemplo de la aristocrática vida de estos amos lo apreciamos en esas grandes mansiones blancas con altas columnas, bordeadas de robles, con magnolias floreciendo en el jardín en las que habitan, como lo podemos ver en la película "Lo que el viento se llevó" (Victor Fleming, George Cukor, Sam Wood, 1939). Esta escena de la "gran casa” es habitual en casi todas las películas de esta temática. Los esclavos, en contraste, estaban condenados a una vida de trabajo duro, aunque algunas películas nos traen imágenes idílicas de esclavos que cantan mientras trabajan en los campos de algodón (“Lo que el viento se llevó”). La realidad de la vida de las plantaciones sureñas de los Estados Unidos era muy dura y el trato que los esclavos recibían de sus amos muy cruel, como ya hemos descrito.
Las películas sobre esclavitud nos retratan distintos perfiles de amos, desde los más crueles e inhumanos hasta los más benevolentes, pasando por los que podemos denominar “intermedios”, que no tratan mal a sus esclavos, pero les siguen considerando como tales.
Un claro ejemplo del primero de los perfiles -el de los amos crueles- es el personaje de Edwin Epps (Michael Fassbender), uno de los personajes más brutales y desalmados que reflejan las películas sobre esclavitud y que peor trata a sus esclavos; un monstruo que disfruta vejando a éstos -un tipo agresivo y desquiciado, un verdadero psicópata-.
En el polo opuesto -los dueños benevolentes- están aquellos que tratan bien a sus esclavos, aunque debían de ser los menos, pues es de suponer que una plantación con esclavos bien tratados no sería un buen negocio en aquella época, donde los incentivos a la productividad en forma de látigo, seguro que mejoraban el rendimiento de las haciendas. Este buen trato dispensado a los esclavos lo encarna a la perfección el personaje de Aaron Starr (Forrest) en la película “La esclava libre” (Raoul Walsh, 1957). Un hacendado sureño caracterizado por su excesiva benevolencia con los esclavos negros a su servicio, a quienes proporciona un trato muy “humano”, ya que no les sometía al látigo de sus capataces. Ahora podemos entender por qué a su muerte estaba arruinado por las muchas deudas contraídas, lo que motivó el embargo de todas sus propiedades; entre esas propiedades embargadas, estaba su propia hija Amantha Starr (Noreen Corcoran en su fase infantil e Yvonne De Carlo ya adulta), dado que la madre de Amantha Starr, en realidad, era una esclava negra y según las leyes vigentes eso le convertía a ella en esclava, pese a su piel blanca. Esta circunstancia motivó que Amantha Starr pasara a ser pertenencia de un negrero llamado Calloway (Ray Teal), que decide venderla en el mercado de esclavos y es adjudicada a un hacendado de Nueva Orleans, un tal Hamish Bond (Clark Gable) por la impresionante suma de 5.000 dólares.
El señor Hamish Bond (Clark Gable), un notorio personaje con antecedentes oscuros de negrero, proporciona también un trato correcto a sus esclavos, a los que considera más como empleados que como propiedades, particularmente, al esclavo Rau-Ru (Sidney Poitier), hombre de confianza del Sr. Bond, al que trata casi de igual a igual.
Dentro del perfil de esos amos, que hemos calificado de “intermedios”, que tratan a sus esclavos con una fachada amable, pero que no dejan de considerarles como tales, podemos citar el caso del amo Ford (Benedict Cumberbatch) en la película “12 años de esclavitud” (Steve McQueen, 2013). El Señor Ford trata de forma amable a Solomon Northup (Chiwetel Ejifor), admira su habilidad con el violín, hasta tal punto de que Solomon piensa que le trata como a un igual, hace caso a sus opiniones, le felicita. Sin embargo, nada más lejos de la realidad; la impasibilidad del amo Ford (Benedict Cumberbatch) puede hacerle aparecer como menos despiadado que Edwin Epps (Michael Fassbender), pero no por ello deja de ser igual de horrible que éste.
Otro personaje, que puede aparecer como cercano y de buen trato con sus esclavos es el falsamente positivo Hammond Maxwel (Perry King), hijo del dueño de la Hacienda en la película “Mandingo" (Richard Fleischer 1975). Este personaje de psicología compleja, definitoria de una personalidad endeble, siempre se muestra más condescendiente con los esclavos que su padre, el viejo Warren Maxwel (James Mason), pues muestra hacia ellos una mayor consideración, protegiendo y amando, secretamente, a una de sus esclavas negras, Ellen (Brenda Sykes), pero no dejaremos de verle disfrutar en las peleas que disputa su mandingo, o haciendo gala de su superioridad de raza en las secuencias finales de la película. Del perfil de estos amos “intermedios” podemos decir que de nada sirve su amabilidad si siguen viendo a los esclavos como mercancía.
Las relaciones entre amos y esclavos no siempre fueron conflictivas, algunos esclavos, especialmente los domésticos, se aliaban con sus amos, sin escatimar esfuerzos, para mantener sus status privilegiados. No cabe duda, que los amos tienen un trato más considerado con los esclavos que utilizan como servicio en la vivienda. La esclavitud doméstica, normalmente, era menos dura, ya que el trato que recibían solía ser muy familiar; los esclavos domésticos eran los más privilegiados ya que, bajo el amparo de los amos, desempeñaban las tareas de la casa del hacendado, como cocinar, limpiar y criar a los hijos de éste, aunque siempre dejando claro en ese entorno, quienes eran los amos y quienes los esclavos. Ahora bien, no siempre el estar en el servicio doméstico de la Casa era sintomático de buen trato, sino que se lo digan al niño que utilizaba como almohadón para apoyar sus pies en el suelo e intentar trasladarle el reuma que porta, el patriarca Warren Maxwell (James Mason) en la película "Mandingo" (Richard Fleischer 1975).
Los esclavos domésticos algunas veces estaban tan comprometidos con los intereses del amo que llegaban a comportarse como auténticos negreros -no hay peor cuña que la de la propia madera- tal es el caso del odioso personaje de Stephen (Samuel L. Jackson) esclavo doméstico en la casa de la plantación en la película “Django desencadenado” (Quentin Tarantino, 2012). El personaje que interpreta Samuel L. Jackson no es el de un estereotipo racista de un esclavo sumiso, manso y fiel como lo era la incondicional “Mami” (Hattie McDaniel) en la película “Lo que el viento se llevó” ((Victor Fleming, George Cukor, Sam Wood, 1939), donde hizo un papel soberbio, por el que fue premiada con el primer Oscar a un actor de “color” (todos recordamos esa fase que usaba con tanta frecuencia con su gracioso acento “señorita Escarlatta”.
El odioso personaje de Stephen (Samuel L. Jackson) explica algo sobre la forma en que los amos reforzaron las relaciones opresoras en la plantación en las que ponían a unos esclavos en contra de los otros. Y es que, como hemos apuntado, algunas veces los negros recibían peor trato de quieres eran de su color de piel que de los blancos, como le ocurre a Celie (Whoopi Goldberg) en la película “El color púrpura” (Steven Spielberg, 1985), que a lo largo de su vida, el peor trato no lo recibe de los blancos, sino precisamente de un hombre negro Albert (Danny Glover) y de su misma escala social. Tiene que ser una mujer blanca la que le abra los ojos y le transmita el espíritu de liberación a esta negra libre, pero que vive hundida en una vida esclava.
En muchos casos la colaboración esclavo-amo, obedeció a la aceptación de sus respectivos roles. Pese a todo, podemos observar algunos elementos de resentimiento, que hace aparecer a los esclavos del servicio domésticos como maliciosos, serviles y chismosos, como es el caso de la negrita alocada y descontenta Prissy, (Butterfly Moqueen), la doncella de Scarletta O’Hara (Vivien Leigh) en la película “Lo que el viento se llevó” (Victor Fleming, George Cukor, Sam Wood, 1939). También, podemos ver elementos de resistencia entre los esclavos domésticos, como es el caso del personaje de Rau-Ru (Sidney Poitier), un esclavo negro pero educado por su amo Hamish Bond (Clark Gable) como blanco, que manifiesta en su comportamiento una dualidad moral bien definida y muy conflictiva. En lugar de gratitud, Rau-Ru (Sidney Poitier) está lleno de rabia resentimiento y odio; la bondad que le demuestran los blancos es peor que la crueldad de la esclavitud. La verdad, es que ese dicho de que “es de bien nacidos ser agradecidos” no se cumple con el esclavo Rau-Ru, que solo sueña escapar de un mundo dominado por el látigo de los blancos.
III.- Conclusión
De las películas que hemos comentado y de otras muchas que no hemos mencionado en este estudio, que han abordado la temática de la esclavitud de los negros en los Estados Unidos, con mayor o menor rigor histórico; de todas ellas podemos decir que están situadas mucho más cerca de la denuncia sin hipocresías de una lacra como fue la esclavitud, que de la ficción exagerada y, aunque así fuera, todas ellas nos aportan una reflexión a tener en cuenta a la hora de revisar la historia de una ignominia que nunca debió existir.
A quienes hayan visto estas películas recomiendo, que de vez en cuando, refresquen sus memorias con un nuevo visionado de las mismas y a los que no las hayan visto, que lo hagan cuanto antes, que son películas donde el Séptimo Arte se configura como el mejor espejo donde ver reflejado lo más vergonzoso del ser humano, pues las imágenes que nos proporciona la Gran Pantalla sobre la esclavitud, difícilmente, pueden provocar indiferencia en quienes las vean.
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