Posted: 27 Oct 2015 02:49 AM PDT
Introducción
Existen tres actores que parecen ser los principales mediadores de la política criminal: 1) los partidos políticos (parece evidente), 2) los medios de comunicación y 3) la sociedad que se manifiesta a través de la opinión pública. Estos tres actores se interrelacionan generando una dinámica que explica por qué la política criminal lleva varias décadas centrada en aumentar el número de delitos y las sanciones penales asociadas.
En el presente artículo trataré de dar respuesta a las principales cuestiones de esta dinámica que culmina con una política criminal punitiva. Hablaré de la capacidad de los medios de comunicación de influir en la sociedad, de la forma en que se trata la delincuencia, del impacto social que tiene esta forma de tratamiento mediático y del papel de los partidos políticos como motores de la acción de los medios de comunicación y como receptores de la opinión pública.
¿Son capaces los medios de comunicación de influir en la sociedad?
La mayor parte de la información no la obtenemos de la experiencia directa sino a través de referencias (familiares, conocidos, amigos, vecinos) y, principalmente, a través de los medios de comunicación e internet; por lo tanto, es evidente que ambos tienen un papel de enorme importancia en la visión y opinión de las personas sobre las distintas realidades sociales. Con base en este planteamiento la Communication Research entre los años 20 a 40 del pasado siglo XX (López García, 2002) desarrolló una serie de investigaciones de las que concluyeron que los medios de comunicación tenían un poder inmenso. Al ser el principal canal a través del cual la ciudadanía se informaba de los asuntos, la prensa tenía el poder de influir directamente en las opiniones de la gente.
Sin embargo, la realidad es mucho más compleja. Es cierto que para muchos temas la única información que tiene la persona es la obtenida por los medios de comunicación. Pero también lo es que los medios de comunicación deben ofrecer contenidos que atraigan a la persona, que generen audiencia, que es la base de su modelo de negocio y su sustento económico. A partir de mediados del siglo XX aparecen investigaciones que indican que los medios de comunicación son más eficaces reforzando las ideas, opiniones y estereotipos ya existentes en la sociedad que creando otros nuevos. La mayor parte de la audiencia rechaza los contenidos de los medios de comunicación que no son coherentes con sus ideas preestablecidas. De este modo se produce una retroalimentación: para muchos temas la persona sólo conoce la información que le llega a través de los medios de comunicación, pero esta información va a estar adaptada para resultar atractiva para la audiencia.
Estas ideas se han nutrido posteriormente con investigaciones empíricas que han añadido matices a lo ya dicho. Así, las investigaciones funcionalistas muestran cómo el individuo busca la gratificación en el medio de comunicación, forzándolo a adaptarse para resultar atractivo a la audiencia. Otro desarrollo de la investigación es el modelo del agenda setting, que muestra el poder de los medios de trasladar los temas que forman parte de la agenda mediática a la agenda política, dicho en otras palabras, la repetición de noticias sobre un problema determinado hace que el tema se convierta en un problema discutido por la opinión pública y, posteriormente, trascienda al ámbito político, añadiéndose a la agenda política. Otras teorías como la de “la espiral del silencio” de Noelle-Neumann muestran cómo las opiniones percibidas como mayoritarias desplazan a las opiniones minoritarias, debido a que las personas de estas opiniones buscan la integración social y defender una opinión minoritaria puede llevar a la marginación. Un último aporte que merece la pena citar es el modelo del framing: según éste los medios de comunicación pueden indicar a su audiencia cómo debe interpretar un determinado tema, tratando dicho tema de una forma u otra.
¿Cómo tratan los medios de comunicación la delincuencia?
Preguntarse sobre el tratamiento mediático de la delincuencia, entendida en este caso particular como el fenómeno de la comisión de delitos, conlleva responder dos cuestiones: 1) la primera es cuánto espacio dedican los medios de comunicación a la delincuencia; 2) la segunda es la forma en que se habla de la delincuencia, cómo se informa sobre ella.
La respuesta a la primera pregunta, cuánto espacio se dedica en los medios a hablar de la delincuencia, puede observarse gráficamente:
Fuente: Varona Gómez, 2011
Si observamos la curva de noticias, vemos ascensos y descensos abruptos, con dos picos en los años 2002 y 2006. Esto nos impide afirmar que la delincuencia ocupe siempre un espacio preeminente en los medios de comunicación informativos. Más bien parece que en determinadas épocas la delincuencia ocupa un puesto principal en la prensa, experimentando un abrupto aumento de noticias sobre crímenes, mientras que en otras se mantiene en un nivel más moderado. Lo que sí se puede afirmar es que el delito no desaparece nunca de los medios informativos.
Para dar respuesta a la segunda pregunta (cómo informan los medios de comunicación de la delincuenica) contamos con varias investigaciones que han valorado el contenido de las noticias sobre la delincuencia. Fuentes Osorio (2005) considera que transmiten una imagen distorsionada de la realidad criminal:
· Las noticias se centran en los delitos violentos y de carácter sexual (los más impactantes pero menos numerosos), dejando de lado otros tipos de criminalidad como la económica.
· Se muestra un discurso dramático y emotivo, incluyendo datos modificados, exagerados o descontextualizados.
· Se da una visión descuidada y simplista del delito, eludiendo el tratamiento de la delincuencia como un problema social.
· Se insiste en los errores judiciales o el mal funcionamiento del sistema judicial, cuando se trata de algo excepcional.
Para Varona Gómez (2011) los medios de comunicación crean mitos sobre la delincuencia:
· La delincuencia aumenta constantemente.
· La delincuencia es fundamentalmente violenta y obra de delincuentes extremadamente peligrosos.
· La justicia penal es excesivamente benévola.
Estos mitos construyen una visión individual y brutal de la delincuencia ante la que sólo caben castigos intensos, contribuyen a fomentar una sociedad miedosa, alarmada por la delincuenica y difunden una visión de la justicia penal caracterizada por su blandura.
En definitiva, cuando los investigadores se han acercado a los medios de comunicación han observado que el tema delincuencia está siempre presente, aunque existen determinadas épocas en las que hay un aumento espectacular del número de noticias, aumento que no se justifica en el número de delitos conocidos, como puede verse en el gráfico. Cuando, se desciende al contenido de cada noticia se ve que los medios de comunicación centran su atención en los delitos que pueden atraer más al público (la criminalidad violenta y sexual) y no en los realmente más numerosos. De los delitos se habla de forma simplista sin profundizar en su problemática, causas y características. Además, se transmiten estereotipos sobre el delincuente (persona fría, calculadora, un depredador social), la víctima (persona indefensa, a la que se debe apoyar defendiendo un castigo ejemplar para el agresor) y sobre el sistema de justicia (ineficaz, lento, benévolo).
Cabe matizar que se trata de generalizaciones fruto de analizar centenares de noticias de los medios de comunicación con mayor audiencia en España. No se trata de afirmar que absolutamente todos los medios de comunicación traten el fenómeno criminal de esta forma.
¿Qué impacto tiene el tratamiento mediático del crimen en la sociedad?
Los medios de comunicación parecen tener influencia en dos cuestiones principalmente: la preocupación por el delito y las actitudes punitivas. La preocupación por el delito es, en palabras de Soto Navarro (2005), «la estimación general que tienen los ciudadanos de la seriedad [o importancia] del problema de la delincuencia». Respecto a la preocupación por el delito, distintos estudios (Soto Navarro, 2005; Rechea Alberola, Fernández Molina y Benítez Jiménez, 2004; Varona Gómez, 2011) muestran que a mayor número de noticias, mayor preocupación por el delito, aunque no haya un aumento de la delincuencia conocida (véase el gráfico mostrado anteriormente: los picos de noticias sobre crímenes van acompañados de aumentos de la inseguridad ciudadana, de manera completamente independiente al número de delitos conocidos).
Las actitudes punitivas o el punitivismo puede definirse como una actitud favorable al aumento de los delitos (que más conductas sean objeto de castigo) y al aumento de las sanciones penales (podría condensarse en la frase: “hay que castigar más o con más dureza”). Los análisis del contenido de las noticias sobre crímenes muestran, como ya he explicado, que ofrecen una imagen de la delincuencia distorsionada y consolidan determinados mitos sobre la delincuencia y el sistema de justicia. Para Varona Gómez (2011) parece claro que estos mitos y esta imagen distorsionada contribuyen a generar actitudes punitivas, sin embargo, no está claro si contribuyen a crearlas o simplemente perpetúan las que ya hay. Atendiendo a García de la Cruz (2012), la opinión general de la población es punitiva en el sentido de que considera que las penas establecidas en el Código Penal son demasiado leves (blandas, en terminología coloquial). Sin embargo, estudios como los de Marteache Solans, Martínez García y Pérez Ramirez (2010) y Castaño Tierno (2014) muestran que cuando, antes de solicitar la opinión a las personas, se da información y se delibera sobre el tema delincuencia, muchas de estas actitudes punitivas se moderan. Por lo que la reflexión y la información adecuada parecen ser dos factores importantes que modulan el punitivismo. De la falta de información rigurosa y adecuada sí podemos hacer responsables, en parte, a los medios de comunicación, pero la falta de reflexión es un problema propio de la sociedad.
¿Qué relación tiene la política criminal con todo esto?
Si sumamos preocupación por el delito y punitivismo, el resultado es claro: reforma penal aumentando los delitos y las penas. Si la sociedad en general considera que la delincuencia es un asunto importante, parece que la política deba hacer algo al respecto, aún cuando esa preocupación social sea ficticia y no se corresponda con la realidad del fenómeno criminal. Si, además, la sociedad tiene la opinión de que el sistema de justicia penal impone penas leves, la solución fácil para la política es proponer una modificación legislativa que incluya mayores sanciones. Incluso aunque no se dote de medios para investigar y hacer funcionar adecuadamente el sistema judicial, tratándose de una reforma simbólica que no va a tener una verdadera trascendencia práctica (tan sólo va a aparentar que se ha dado respuesta a la alarma social derivada del aumento de la preocupación por el delito).
Si se observan las exposiciones de motivos de las reformas del Código Penal desde su promulgación en 1995, dos elementos se repiten en todas ellas: la motivación de la reforma es la alarma social producida por determinados delitos y la respuesta a esta alarma social consiste en castigar más conductas y aumentar las sanciones ya existentes. De este modo, parece que la política recoge el guante de la opinión pública, en parte construida por los medios de comunicación. Un fenómeno que se puede esquematizar en el siguiente modelo:
Pero este modelo en línea recta es incompleto. Diversos estudios muestran que esos picos de atención mediática a la delincuencia y la forma en que se trata este fenómeno tienen como telón de fondo determinadas campañas políticas (véase Keymer Avila 2010; Varona Gómez, 2011; y Varona Gómez y Gabarrón, 2015). Así, Varona Gómez (2011) muestra cómo el aumento de noticias registrado en 2002 fue motivado por una campaña política iniciada por el principal partido de la oposición de aquél momento mediante tres documentos: Freno a la impunidad, prioridad por las víctimas: todos seguros (febrero, 2002), Solidaridad con las víctimas de la inseguridad ciudadana: el compromiso socialista (septiembre, 2002) y Seguridad ciudadana ahora (noviembre, 2002). La pretensión de esta campaña política fue poner la delincuencia como un problema principal en la agenda política. La respuesta a esta campaña fue la reforma del Código Penal de 2003 que, según su exposición de motivos, estuvo motivada por la alarma social y aumentó delitos y penas. Como bien matiza Varona, no es que el partido político se inventara un problema social, ya que en 2001 había aumentado en cierta medida la delincuencia grave, lo importante es que el número de noticias sobre delincuencia aumentó espectacularmente al mismo tiempo que se desarrollaba esta campaña política, generando un aumento en la inseguridad ciudadana. Todo ello provocó una reacción del partido en el Gobierno, que promulgó en 2003 una reforma que pretendía atender la alarma social por el problema de la delincuencia.
Conclusiones
De estas investigaciones pueden extraerse unas conclusiones que se condensan en el siguiente modelo:
Conforme a este modelo podemos detallar el nivel de responsabilidad de los principales actores de la política criminal contemporánea:
· Los partidos políticos han utilizado el delito como instrumento político. No han centrado sus programas políticos en la intervención en la delincuencia como un problema social basándose en el conocimiento criminológico sobre ella, sino que han partido de un análisis superficial para generar campañas de preocupación por el delito que han culminado en reformas estériles en la práctica y con un contenido punitivo que afecta a los derechos fundamentales de la ciudadanía al aumentar, en ocasiones, injustificadamente los delitos y las sanciones.
· Los medios de comunicación tratan la delincuencia de un modo irregular, si bien el tema está siempre presente, existen picos de atención mediática que son independientes del aumento o disminución de la delincuencia. Además, la forma simplista y superficial en que se trata este problema social da una imagen de la delincuencia que influye en la percepción social de la misma.
· La sociedad reacciona ante el tratamiento informativo de la delincuencia. La mayor atención mediática genera preocupación social por el delito, y la forma en que se trata esta temática mantiene y perpetúa las actitudes punitivas y una visión de la delincuencia alejada de la realidad.
De este modo, partidos políticos, medios de comunicación y opinión pública se encuentran desde hace algunas décadas inmersos en una dinámica circular cuya principal consecuencia es que la política criminal española se haya reducido a aumentar y aumentar los delitos y las penas. Ya hemos llegado a establecer la cadena perpetua sin que exista una clara justificación criminológica, ¿cuándo veremos que este camino no va a ninguna parte? ¿Cuándo veremos a la ciencia criminológica siendo la base de una política criminal reflexionada públicamente y útil para la sociedad?
BIBLIOGRAFÍA
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