Vivimos en un mundo lleno de estereotipos y esto nos lleva estigmatizar a las personas que nos rodean. Se puede palpar simplemente, escuchando a algunos medios de comunicación. Ya desde que nacemos luchamos contra estereotipos como la necesidad de estar delgados para no sufrir el estigma de “gordito”, de ser como el resto para no ser llamado “rarito”, o por ejemplo de hacer o decir lo que se supone que todo el mundo quiere escuchar para no ser tachado de “loco”. Pero pocas veces nos paramos a pensar cómo pueden sentirse los que se salen de la norma general y los hacemos no ser considerados teóricamente “perfectos”…por supuesto, que esto lleva a muchos, al aislamiento. Ni que decir tiene que estos estereotipos que estigmatizan, son la causa de muchas formas de violencia como el bullying, que si a un adulto afecta, a un joven con su personalidad en formación puede marcarlo de por vida. Por eso, la educación en valores restaurativos y la utilización de prácticas restaurativas para evitar la escalada de la violencia, prevenir conductas delictivas y el aislamiento de los jóvenes es algo muy beneficioso para facilitar una sociedad futura no que no estigmatice y sea más pacífica.
Sin embargo, esto se puede frustrar porque el mundo ya de por sí etiqueta, y lo hace para unos y otros, y como ejemplo la justicia penal, en esta, se imponen roles de por vida, tanto para víctimas como para infractores.
El otro día, una ex alto Cargo del anterior gobierno presentó un libro en el que en se habla de la situación de los presos en España, algo por otro lado importante para evitar ciertas ideas preconcebidas que conducen a todo lo que estoy hablando, sin embargo, su discurso centrado en los “pobres presos”, pudo resultar indignante para muchas víctimas ¿Esto que supone? Pues que muchas víctimas al oír palabras como las de esta señora, han podido volver a verse etiquetadas como tal, lo que sin duda puede incidir más en su aislamiento y sentimiento de ser incomprendidas. Aunque pueda parecer raro, el estigma también surge en las que sufren el delito, generalmente en las que son víctimas de delitos más graves, sin embargo, el crimen no siempre impacta igual en todas las víctimas.
Cada una de ellas, es un ser humano con sus circunstancias personales y sociales, por eso un delito menos grave puede causar a una víctima más trauma y más estigma que a otra de otro mucho más serio.Cuando hablo de estigma en víctimas, estoy refiriéndome a su definición tal y como puede aparecer en cualquier diccionario: “señal de deshonra o mala fama”, incluso puede definirse como una huella física y/o psicológica que se origina tras el delito y adquiere forma de trauma.
El trauma de sufrir un delito es algo muy complejo y difícil de evaluar de forma general, esto corresponde a profesionales de la psicología, pero para los facilitadores de la Justicia Restaurativa, el trauma en las víctimas se refleja en ciertos sentimientos iniciales como ira, culpabilidad, incomprensión …y nuestra labor es ayudarles en su “viaje” a la transformación de estos sentimientos negativos en otros positivos y constructivos, que las permita quitarse el rol y la etiqueta de víctima, porque el estigma de haber sufrido un delito, no puede convertirse en una sombra que las acompañe de por vida, ya que no es bueno para ellos porque no podrán recomponer su vida y reconectar de nuevo con la sociedad y los suyos. Pero tampoco es beneficioso crear el estereotipo de pobre víctima, esto lleva a muchos a la creencia de que las personas que han sufrido un delito son casi incapaces, necesitadas de tutela y de supervisión continua. Hay que tener claro que nadie mejor que ellas para saber qué necesitan y que desean de la justicia y del infractor para sentirse reparadas y satisfechas. A veces nos olvidamos de esto, y creemos que tenemos la obligación de actuar y decidir por ellas, sin contar con su opinión.
Por otro lado, al igual que hacer un discurso centrado en exclusiva en el infractor puede intensificar el estigma de las víctimas, un discurso continuo de más dureza de las penas como el que se promueve en algunos medios, y entre ciertos políticos y otros cargos, suele llevar con frecuencia al estereotipo más común, el del delincuente malvado, casi un demonio y que no va a cambiar nunca. Como esta es la máxima que más vende, algunos operadores jurídicos se creen garantes de nuestras expectativas y excluyen de un posible encuentro restaurativo a todos los infractores reincidentes.
Esta exclusión a priori de todos los reincidentes, no se entiende sino es porque parece que se han dejado guiar por el pensamiento de delincuente reincidente y malvado, que ha delinquido y lo volverá a hacer porque no tiene escrúpulos. Esto no es así, y por supuesto es un estereotipo que lo único que hace es contribuir de nuevo a crear un estigma permanente, esta vez en los infractores. Cada infractor es una persona distinta de la otra y no todos reaccionan igual ante circunstancias sociales y personales adversas, de la misma manera que puede que muchos de los que han reincidido, no hayan tenido la oportunidad de hacer las cosas bien o ver el impacto que su acción tuvo en la víctima y en la sociedad. Por eso, excluir a estas personas de forma general, de la Justicia Restaurativa es tanto como dejarnos guiar por estereotipos que perjudican y estigmatizan a todos los que por uno u otro motivo delinquen y a la larga tampoco favorecen a la sociedad en general, porque no potencian la reinserción y nos convierte a todos en potenciales futuras víctimas. Sin duda, prefiero que se favorezcala responsabilización del infractor y su reconexión de ambos, victimas y delincuentes en la comunidad porque así todos ganaremos personas nuevas y productivas.
Una vez dicho esto, para míla Justicia Restaurativa parte de algo esencial, elimina las etiquetas. Las personas son algo más que aquello que hicieron mal en el pasado o que el delito que sufrieron. Esta justicia da una oportunidad a las personas de mirar al futuro y de volver a la sociedad.
Al infractor, le ofrece la posibilidad de cumplir su obligación de mitigar el daño que causó y se le dice que si quiere cambiar, va a ser visto por lo bueno que haga desde ese momento en adelante. A la víctima se la ayuda a recorrer el camino para no quedarse en “stand by”, en el día en que sufrió el delito y se la dice que va a ser respetada, escuchada y apoyada. Esta justicia ofrece en el ámbito penal ( y en otros como colegios, vecindario, lugar de trabajo...) una oportunidad de eliminar estigmas y estereotipos y así ver a las personas como seres humanos, no como víctimas, delincuentes, vecino molesto, niño acosado…
Esto diferencia la Justicia Restaurativa de la Justicia penal tradicional, la actual justicia está influenciada por estas etiquetas y por eso, cada delito tiene una pena y solo unas pocas variables para modularla. Está sometida a una legalidad y burocracia que queriendo tratar a todos los casos por igual, acaba cometiendo injusticias, lo que no hace sino alentar y profundizar en los estigmas de víctimas e infractores. Hay que tratar por igual casos iguales pero resulta que un crimen igual, puede tener variables muy distintas: por ejemplo un delincuente que se arrepiente o no , que quiere asumir el daño o no, una víctima que no necesita reparación del daño o que sí, que necesita ser escuchada…Todas estas variables y muchas otras, si son tenidas en cuenta acercarían la justicia penal a la realidad de los que vivieron el delito en primera persona, así los casos dejarían de ser un número de expediente para pasar a ser seres humanos.
Por eso creo que la Justicia Restaurativa es una opción más justa, que favorece la reinserción, eliminando etiquetas y roles vitalicios, lo cual sin duda fomenta la “curación de los afectados”.
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