sexta-feira, 12 de julho de 2013

El valor del silencio (de Bárcenas)

Las vacaciones son un periodo que permite coger distancia con el día a día y observar lo cotidiano sin la presión de las urgencias diarias.
Desde las playas de Vera uno puede ver, como en su momento hacía Zapatero I de España y último de Europa, lo que el país necesita, un cambio radical donde los actores actuales, que dicho sea de paso parecen gestionar con la patente de los responsables de la Sociedad General de Autores, dejen paso a nuevos protagonistas que no tengan nada que ocultar ni otra pretensión que pasar por la causa pública sin convertirla en asunto privado, ajeno a cualquier molesta intromisión incluida la del poder judicial, pues no en vano, como publica el día 10 el diario El Mundo ocupa el tercer lugar de las instituciones más corruptas de España, según el “prestigioso” Barómetro Global de Corrupción elaborado por Transparencia Internacional  (disculpen mi ignorancia pero ni idea de quien es esta institución). Quién es éste (el poder judicial) para enjuiciar la labor de sus superiores (en lo que a corrupción se refiere) que según el citado Barómetro son los partidos políticos y el parlamento.
Leo que los partidos políticos reciben al año más de 300 millones de euros en subvenciones y a pesar de ello (y supongo que de los sobresueldos y las campañas electorales) están técnicamente en situación de quiebra económica, que IU pide al gobierno central unas responsabilidades que se niega a exigir en Andalucía (donde está en condición de hacerlo) –supongo que por eso cuando pide el voto útil medio mundo se ría de ellos y el otro medio nos enfademos e indignemos con ellos-, que una “protegida” del PP ha sido capaz de amasar un patrimonio de cuatro millones de euros con su trabajo en la política, incluido un estudio en Francia, que Bárcenas se ha convertido en un insolvente sin dinero para pagar a sus abogados, o que el dinero de los andaluces va a ser el que pague la defensa de los acusados por los “ERES” (que según parece son). O que, básicamente, a todo el que escupe hacia arriba le acaba cayendo saliva en la cara.
Y en estas ando cuando me detengo a pensar en el Sr. Bárcenas y en lo que haría  yo si fuera él. Que nadie intente ver en estas líneas nada que conculque su derecho a la presunción de inocencia, aunque como casi toda España le considere culpable.
La prepotencia sentó ante la justicia a todos los “grandes” que por ella han pasado y su prepotencia es lo que posiblemente le ha impedido, junto a su torpeza e incapacidad (no siempre quien gana es el más capaz, sino el que más tiempo ha ocultado su ineptitud), además de avaricia, elaborar una estrategia que le aleje de la cárcel.
El buen jugador de mus sabe que ir de farol le puede ganar un juego, pero no una partida, salvo que esté ya en el último juego. Y que lanzar órdagos constantemente desde primeras dadas, con cartas o sin ellas, no hace más que poner en sobre aviso al contrario, que antes o después elegirá su momento.
Llegado a este punto de la partida el objetivo del Sr. Bárcenas no puede ser otro que salvarse de la cárcel y para ello no le queda más remedio que callar y no amenazar. Si calla puede conseguir que el tiempo pase y todo se vaya olvidando, que el proceso llegue a un callejón sin salida y que muera por falta de pruebas, por prescripción de delitos o por falta de impulso (ese que algunos ya han criticado del Ministro). Si algo de eso ocurre su paso por la cárcel le convertirá en un mártir, en un cabeza de turco que servir a la sedienta sociedad que ansía que la justicia llegue no sólo a los desheredados y seguramente salvará una gran parte de ese patrimonio que, consciente del esfuerzo que le costó amasar, intentó poner (eso dicen) a buen recaudo fuera del alcance de la justicia, recuerden, la tercera institución más corrupta según el Barómetro antes citado.
Si por el contrario su estrategia es la amenaza, el amago, alguien que no tenga nada que perder (o si) le lanzará un órdago y tendrá que demostrar que lo que dice es cierto y correrá el riesgo de auto inculparse, de quedarse ciego para que otro se pueda quedar tuerto.
Si yo fuera él intentaría conservar la vista pues, quien sabe, tal vez le pueda hacer falta en el futuro, y con los recortes en dependencia pudiera no tener derecho a prestación alguna.


Criminología y Justicia.

Posted: 12 Jul 2013 

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