Una pregunta como esta debería ser sencilla de responder, pero los estudios de Criminología en nuestro país no se han desarrollado de una manera lineal, motivo que ha generado primero crispamiento y decepción entre los recién titulados, y después cierta conflictividad entre los miembros del colectivo.
El desarrollo de los estudios de esta disciplina en España se puede dividir en dos etapas; la primera es la de los títulos propios y la segunda la de la licenciatura (que nos ha llevado hasta el actual grado). El tramo existente entre dichas etapas, no sólo ha abierto una brecha generacional entre los criminólogos, sino que también ha establecido una suerte de división dentro del colectivo: por un lado están los criminólogos que estudiaron Criminología durante la primera etapa, cuando proliferaban en nuestro país los títulos propios de diferentes universidades, y por otro lado están los criminólogos que han estudiado y estudian en la segunda etapa, que comienza en 2003, cuando el Ministerio de Educación crea la licenciatura en Criminología, titulación oficial equivalente al grado actual.
Debemos tener claro que esta división la ha permitido el Ministerio de Educación junto con las universidades, al no darle prioridad a la necesidad de regular unos estudios que cada año eran más demandados.
A día de hoy considero imposible conocer a ciencia cierta el número de criminólogos que arrojaron a la aventura las universidades que impartían dichos títulos propios, y es precisamente a ellos a quienes más afecta otra nueva división que surge con la implantación de la licenciatura oficial.
A mi me gusta clasificarlos en tres categorías:
- Aquellos que han abandonado la idea de ser criminólogos ante la falta de perspectivas profesionales e incluso han terminado considerando estos estudios como una estafa.
- Aquellos que han seguido haciendo Criminología con su título propio o han optado por estudiar otra cosa para complementarla.
- Aquellos que han seguido estudiando Criminología cuando han tenido la oportunidad, con el fin de conseguir una titulación oficial que no tenían con su título propio.
Podría decirse que la implantación de la licenciatura oficial en 2003 marca un antes y un después en la reciente historia de la Criminología en España, puesto que unos estudios que parecían extintos en varias Comunidades Autónomas (como Madrid), vuelven para implantarse de manera oficial.
Cada uno de nosotros ha recorrido un camino diferente para convertirse en criminólogo, aunque algunos han tenido que deshacer lo andado o cambiar de senda a mitad del trayecto.
Así, podría decirse que actualmente este camino que todos recorremos, se bifurca en tres senderos:
- El sendero de los nuevos criminólogos: Lo toman aquellos que inician sus estudios a partir del año 2003 con el fin de obtener una licenciatura oficial en Criminología, bien habiendo cursado antes una diplomatura en Derecho, Sociología, etc., o una diplomatura en Criminología que el Ministerio de Educación reconociera para poder acceder después al segundo ciclo. Son también los que estudian el actual grado.
- El sendero de los criminólogos de la vieja escuela: Lo toman aquellos cuya única opción para convertirse en criminólogos en su momento, fue mediante la obtención de un título propio, y después deciden retomar sus estudios para convertirse en los licenciados que siempre quisieron ser.
- El sendero de los criminólogos independientes: Lo toman aquellos que deciden no seguir con los estudios y quedarse con su título propio, aunque a efectos legales ya no tenga validez a ojos del Ministerio de Educación.
Aunque no se debe considerar al último grupo de 'senderistas' como a unos descarriados, lo cierto es que toman una decisión muy difícil de cara a su futuro profesional: en el momento en que aparezcan los primeros puestos públicos o privados específicos para criminólogos, serán con toda seguridad para licenciados o graduados; por ejemplo, para aquél famoso puesto que ofertó en 2010 el ayuntamiento de Benidorm, era un requisito indispensable ser licenciado en Criminología.
En este momento nos enfrentamos a la parte más dura del camino, que consiste en dar salida a los miles de licenciados y graduados en Criminología que hay en nuestro país, ya que nuestra situación, pese al esfuerzo realizado en obtener una titulación oficial, es la misma que la de aquellos que se quedaron con su título propio: a grandes rasgos, ninguno de los dos colectivos tiene creadas unas salidas profesionales.
Es de esperar que este panorama cambie poco a poco, y hechos como la reciente creación del primer colegio profesional de Criminólogos en la Comunidad Valenciana (2013) nos alientan a seguir luchando.
No obstante, en otras comunidades autónomas como Madrid, se llegó a plantear hace unos años la posibilidad de que el futuro colegio profesional admitiera también a criminólogos de título propio.
Un colegio profesional debe representar a un colectivo concreto y luchar por sus intereses desde un punto de vista oficial, es decir, no puede luchar por que dos colectivos diferentes obtengan los mismos beneficios.
Imaginemos por un momento que un colegio profesional de criminólogos admite a licenciados, graduados y titulados de los de antaño. Si ese colegio consiguiera, por ejemplo, que el Ministerio de Educación e Instituciones Penitenciarias reconocieran la carrera de Criminología a efectos de poder opositar al cuerpo técnico superior de funcionarios de prisiones, ¿qué carrera reconocerían? ¿la licenciatura/grado o la titulación propia?
Sería impensable que para optar a uno de esos puestos el requisito fuera “ser licenciado/graduado en Criminología o estar en posesión de un título propio de Criminología”.
La solución, por poco que guste a algunos, no es pretender que ambos colectivos tengan los mismos derechos, sino que todo aquél que quiera llamarse criminólogo obtenga un título de Criminología con reconocimiento oficial.
Ya no sólo se trata de atender a la legalidad (puesto que la nueva Ley de Colegios Profesionales tampoco va a permitir colegiar a dichos titulados), sino que se trata de apoyar una disciplina en la que se supone, todos creíamos cuando empezamos a estudiarla, y debemos seguir creyendo en ella y demostrándolo con hechos, si queremos verla prosperar.
Ser criminólogo no es sólo una cuestión de querer serlo y esforzarse para ello, sino también de saber adaptarse a lo que dicta el Ministerio de Educación, porque a fin de cuentas todos los estudiantes de este país dependen de él, y nosotros no somos diferentes ni podemos pretender serlo.
Pese a lo triste que resulte que en España se haya tratado a la Criminología como a una disciplina de usar y tirar (especialmente a sus estudiantes pioneros), no se puede cambiar el pasado ni podemos seguir viviendo en él; hay que adaptarse a lo nuevo y saber aprovechar las oportunidades que se nos brindan para prosperar como colectivo de ahora en adelante.
Por lo tanto, ¿son criminólogos aquellos que tienen un título propio? A efectos legales, hoy en día, ya no, y esto es debido a que ahora existe una titulación oficial que ha venido a sustituir a la suya y que también ha venido para quedarse y empezar a hacer bien las cosas que no se hicieron en su momento.
La implantación de la licenciatura y del actual grado fueron una muy buena noticia para muchos de nosotros, pero hay que recordar que también constituyen un parche para un roto que nunca debió aparecer en el tejido de la Criminología española: vinieron para tapar el descuido y la mala gestión de nuestros estudios por parte del Ministerio de Educación, error que ha manchado el nombre de una disciplina prometedora, ha dividido a los miembros de su colectivo y está creando confusión constantemente cuando una persona dice 'soy criminólogo'.
Todavía no hemos resuelto la situación de falta de salidas profesionales, y mientras no lo hagamos seguiremos en conflicto con esos otros criminólogos que han decidido -muy respetablemente- no seguir apostando por la Criminología desde el punto de vista académico (lo cual no implica que puedan desarrollar otro tipo de proyectos, para los cuales no necesitan una formación oficial).
No obstante, tampoco se debe estigmatizar a este grupo, ya que algunos de sus miembros han sabido representarnos muy bien, y otros muchos nos han dado clase y han sido excelentes mentores.
Puede que a efectos legales ya no sean criminólogos, pero han marcado para bien o para mal a nuestra generación, la de licenciados y graduados que ahora debe tomar el relevo.
Para terminar, quisiera proponer una serie de cuestiones que me vienen a la cabeza cuando me pongo en el lugar de aquellos que decidieron quedarse con el título propio, ya que creo que son las preguntas que me preocuparían, de estar en su situación:
- ¿Qué haré si el día de mañana se puede opositar con una licenciatura/grado en Criminología?
- ¿Qué haré cuando pidan licenciados/graduados para ser profesores en las carreras de Criminología?
- ¿Qué ocurrirá cuando aparezcan puestos de trabajo para criminólogos y no pueda competir contra licenciados, graduados o profesionales con máster?
- ¿Voy a poder vivir de mi título propio cuando todos sean graduados?
Cuando la situación actual cambie y los licenciados y graduados comiencen a poder ejercer una profesión gracias a sus titulaciones y a su labor personal, es cuando ser criminólogo tendrá un significado radicalmente diferente del actual, porque el esfuerzo no habrá sido en vano y nuestra situación se equiparará a la del resto de colectivos profesionales.
En definitiva, ser criminólogo significa haber decidido recorrer un duro camino, que no es imposible pero sí requiere mucho esfuerzo y tesón; significa haber apostado por obtener un título oficial en Criminología para apoyar la disciplina y ayudar a divulgarla; y ante todo significa no creer que ese título es todo lo que necesitamos, puesto que en realidad sólo simboliza el billete que nos permitirá emprender un largo viaje. El destino que hayamos elegido, y los medios que empleemos para llegar hasta él, sólo dependen de nosotros.
Posted: 29 Jul 2014
Nenhum comentário:
Postar um comentário