De entre los personajes más fascinante de los últimos siglos en Europa cabe destacar Grigori Efimovitch Rasputín (1869-1916), misterioso y carismático monje que, al ejercer una gran influencia sobre los últimos zares de Rusia (la dinastía Romanov), provocó el temor y el rechazo de algunos nobles, que decidieron acabar con su vida.
Breve Biografía
Es recomendable leer alguna obra que relate la vida entera de Rasputín, pues estuvo llena de curiosidades y mensajes impresionantes, retrato de toda una época y sociedad (la rusa) a las que el monje consiguió trastocar. Con una mente sufridora, Grigori Efimovitch pasó parte de su juventud en contemplación y tormento espiritual. Iluminado por revelaciones religiosas, Grigori se sumergió de lleno en la alta (y baja) sociedad rusa dando a conocer sus enseñanzas, tan descabelladas como convincentes; si Dios prefería perdonar al pecador, decía, era preferible pecar; y el pecado menos dañino y fácil de cometer y arrepentirse era… el sexo. A continuación, unas palabras del mismo Rasputín con las cuales pretendía evadir las rígidas normas morales de la época, muchas de ellas criminalizadoras:
“Sólo ganaremos el cielo si nos arrepentimos humildemente. El hombre, para arrepentirse de algo, debe pecar. Por lo tanto, cuando Dios nos envía la tentación debemos sucumbir voluntariamente y sin resistencia a fin de er en seguida penitente en completa contrición”.
Según varios biógrafos, Rasputín llegó a rodearse de muchas mujeres con las cuales llegaba a organizar verdaderas orgías; uno de los datos más llamativos era que, debido a su condición de místico admirado, algunos maridos alardeaban de que sus esposas yacieran con el festivo monje.
Con el paso del tiempo, un adulto Rasputín sería tremendamente querido por la población rural rusa hasta que tuvo la oportunidad de acceder a la corte del zar Nicolás II, sanando al hijo de éste, Alexis Nikolaievich, y estableciendo un fuerte vínculo con el pequeño heredero y su madre, la zarina Alejandra.
Son destacables los impresionantes vínculos comerciales que Grigori Efimovitch estableció, especiamente entre judíos. Tal fue su influencia que pedir la intercesión del monje podía suponer un ascenso meteórico, el monopolio de una ruta comercial o la ruina de un rival. Agradar a Rasputín era, pues, conseguir una línea directa con los zares y con los más grandes miembros de la Duma1
Igualmente conocidas fueron su afición a la bebida y su arrogancia. En una ocasión llegó a decir, en relación a su facilidad para pasarse de la derecha más recalcitrante a la izquierda más cercana al comunismo: ¡Metido en este puño tengo el Imperio Ruso!
Los asesinos
Félix Yusupov: El príncipe (título nobiliario común en la Rusia zarista) Yusupov era un brillante noble de alto nivel adquisitivo debido a las riquezas de su madre y su vínculo con la dinastía Romanov. Joven, alegre, educado y muy atractivo, el príncipe Yusupov despertaba admiración y deseo entre hombres y mujeres por igual (se le conocieron amantes varones). Su animadversión hacia Rasputín ha sido carne de especulaciones; los historiadores más sensacionalistas aducen a un supuesto despecho amoroso por parte de Félix al sentirse atraído por el Muzik2; las razones más cercanas a la realidad serían el temor y aborrecimiento que éste sentía hacia un hombre al que tildaba deasqueroso labriego.
Dimitri Pavlovich: Cómplice del asesinato, el gran Duque Dimitri tenía muchas cualidades y caracteríticas en común con el príncipe Yusupov. Ambos eran atractivos, inteligentes, agradables y atraídos por hombres y mujeres (Yusupov y Dimitri fueron amantes). Su participación en el crimen se debió a su inmunidad legal al ser familiar muy cercano del zar.
Vladimir Purishkevitch: Político derechista, Vladimir Purishkevitch fue un gran orador que, en cierto modo, arengó sin saberlo al príncipe Yusupov a matar a Rasputín. Como buen monárquico y antisemita, Purishkevitch detestaba a Rasputín por un cúmulo de razones, tales como sus conexiones con comerciantes judíos, o su popularidad entre las clases populares, a menudo un caldo de cultivo de grupos bolcheviques. La presencia del campesino en la corte suponía un terrible peligro para la pervivencia de los zares.
El crimen
Tres razones empujaron a eliminar a Rasputín:
- La envidia: las constantes burlas de Rasputín hacia la aristocracia y su privilegiada posición en la corte de los zares fue considerado como una injusticia por muchos. El rencor de trabajadores, militares y nobles degradados por orden del monje también jugó un papel decisivo en su asesinato.
- El patriotismo monárquico: Existía mucho miedo y recelo ante una persona que había ascendido desde la clase campesina, que en esa época empezaba a agruparse en movimientos izquierdistas y republicanos. Rasputín podía ser, perfectamente, un simpatizante de las causas antizaristas.
- El escándalo: la lujuria y los hábitos relajados del monje fueron fuertemente condenados por religiosos de renombre como el padre Teófano, clérigo bondadoso pero horrorizado por el estilo de vida de Rasputín, o el obispo Hemógenes.
El día de autos, el príncipe Yusupov invitó a Rasputín a su palacio – una magnífica obra arquitectónica atestada de suntuosas obras de arte y exquisitos acabados – junto al río Moika. Al príncipe no le costó convencer a su víctima, pues éste adoraba a la esposa del príncipe, y creía que la encontraría en el palacio, lista para ser atendida por el monje.
Irina, la esposa de Yusupov, no acudiría a la cita (se había devinculado del plan de asesinato y estaba de viaje el día en que todo sucedió), pero sí lo harían el gran Duque Dimitri y el político Purishkevich. En el piso superior se escuchaba un fonógrafo; Bajo las estancias del palacio, en la bodega, el príncipe dio a comer a Rasputín comida impregnada de cianuro, un tóxico letal que impide al oxígeno actuar correctamente en la sangre. El muzik no sintió molesta alguna.
No existen datos fiables sobre si Rasputín ingirió el veneno, aunque la mayoría de historiadores afirman el hecho de que el monje consumió grandes cantidades de cianuro y siguió sano. Sea como fuere, la supervivencia del muzik aterró al príncipe Yusupov, que salió de la bodega para informar del suceso a sus compinches, alojados en su despacho.
Lo que sucedió después quedó en la memoria de los asesinos. Testigos afirmaron oír un disparo procedente del patio del palacio de Yusupov.
El cuerpo de Rasputín fue hallado bajo las heladas aguas del río Neva, atado y con evidentes signos de violencia en su cuerpo, amén de varios disparos, uno de ellos, en la frente. La autopsia reveló agua en los pulmones del monje. La causa de la muerte, según los médicos, fue por ahogamiento.
Decenas de conjeturas existen sobre la resistencia sobrehumana que el muzik debió ofrecer para no llegar a morir tras tantos ataques, pero pocas pueden demostrarse. Un policía preguntaría al príncipe por el disparo, y éste le contestaría con una vaga excusa. Aunque el agente que lo oyó se dio por satisfecho, los asesinos prefirieron confesar el crimen y recomendar al agente guardar silencio aduciendo para ello el deber patriótico. Rasputín había sobrevivido a un atentado tiempo atrás; esta vez no tuvo tanta suerte.
El éxito
Confesar un delito a un policía ya es de por sí una mala estrategia; peor fue dejar pistas evidente en el palacio, tales como manchas de sangre en el escenario del crimen y más allá. El plan, muy estudiado, resultó ser llevado a cabo de un modo burdo. Además, los asesinos cometieron un terrible error; el de no percibir el hecho como un delito, sino como un deber para con la patria.
Para explicar el restro de sangre que la policía encontró en el palacio del Moika, Yusupov y sus compinches acabaron con la vida de un perro y explicaron que la sangre era suya; sin embargo, las heridas del cánido no eran suficientes como para explicar las grandes manchas que se hallaron.
El crimen se cometió; los asesinos fueron capturados; la zarina, el zar, sus hijos, la esposa de Rasputín y sus hijos también lloraron amargamente la pérdida del llamado amigo. Entonces, ¿Por qué los verdugos quedaron libres?
Una de las principales razones por las que Yusupov y los otros dos conspiradores no sufrieron la suerte de cualquier otro criminal fue la sangre real de Dimitri Pavlovich; su cercanía sanguínea con la dinastía Romanov le hacía poseedor de derechos legales mayores a los de otra persona. El resto del grupo eran hombres de gran posición social.
Por otra parte, debe destacarse la debilidad de espíritu del zar Nicolás, a menudo tomado por un pánfilo; en una ocasión, a resultas del delito, llegó a chillarse con el mismo Dimitri Pavlovich. Teniendo en sus manos la posibilidad de condenar a muerte al asesino, que además le faltaba al respeto, prefirió no hacerlo. El zar mandaría a un exilio agradable a los tres asesinos. A pesar de la benignidad de la “condena”, la familia de Dimitri fue capaz incluso de quejarse por semejante pena, llegando a pedire al zar que perdonara al joven noble (cosa que no hizo).
Pocos meses después, la revolución bolchevique atenazaría toda Rusia, y la familia del zar sería asesinada.
Curiosa fue la predicción que Rasputín haría un tiempo antes de perecer: ¡Cuando yo muera, no tardará el zar en perder su corona!
Datos de interés y nota calaratoria:
Fülöp-Miller, Renato. Rasputín, el Diablo Sagrado Ed. Iberia, 1929
Algunos nombres, términos y expresiones están sujetas a cambios según la zona donde se mencionen.
1Parlamento Ruso
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