Sería en 1978 cuando el psicólogo noruego Dan Olwes, hiciese mención por primera vez de lo que hoy en día conocemos como BULLYING o ACOSO ESCOLAR –“proceso de intimidación sistemática de un niño hacia otro que no tiene posibilidad de defenderse”-. (No nos referimos a que un compañero se meta con otro, si no que para hablar de dicho problema han de aparecer más características).
Pero no será hasta el año 1999 cuando el tema a tratar tome contacto de forma oficial en España gracias a un Estudio del Defensor del pueblo.
Estamos ante un fenómeno complejo en el que intervienen múltiples factores (sociales, ambientales, personales…), y cuyas consecuencias ya no en el agresor, si no en la victima, pueden afectar de manera drástica tanto a nivel físico como psicológico. Puede haber una víctima que ya no solo pueda sentirse humillada, o físicamente atacada, si no que se puede a puntos más extremos como el planteamiento y resolución del suicidio y la sed de venganza por todo aquello sufrido.
Juan Manuel Morales Sierra, pretendía volar por los aires la Universidad de Baleares. Se dice que en el colegio donde cursó sus primeros estudios, sufría un trato degradante por otros alumnos: "Era objeto de burlas de la gente, muy introvertido, era el friki del lugar". En una de sus publicaciones en internet mencionaba: «Busco gente por Mallorca para charlar del tema y del bullying».
En el caso de la masacre de Comlumbine, las primeras investigaciones indicaron que ambos eran víctimas de acoso escolar, (Eric David Harris, Dylan Bennet Klebold admirados por Juan Manuel). Niños rechazados por sus compañeros por no ser "normales", con vestimenta diferente, torpes en los deportes y con pocos amigos; eran llamados "The Outcasts" (excluidos).
Son varios los casos en que las víctima del acoso, optan por el suicido. Hace unas semanas, una canadiensede 15 años se suicidaba tras denunciar en un video en Internet que sufría acoso constante por parte de sus compañeros.
Hemos de dejar claro desde un principio que no todos los posibles tipos de agresión dentro del acoso escolar (verbal, físico, exclusión social, sexual…) se dan en todos los centros. Ni de una misma manera, ni su incidencia es igual si no que varía de unos a otros, siendo un factor importante la edad (Estudio de José María Avilés e INJUVE 2004; el mayor riesgo de acoso entre alumnos se da entre los 6 años y los 17, destacando que entre los 11 años y los 15 es cuando hay un mayor peligro de violencia debido a que se producen mayores cambios).
A continuación veremos algunos datos relativos al maltrato entre iguales en Educación Secundaria. Violencia escolar 99-2006, Defensor del Pueblo:
Estudio del año 2006, donde 3.000 estudiantes participaron en el proyecto de él puede afirmarse que todos los tipos de maltrato tienen lugar en los centros docentes de secundaria españoles. Así, de acuerdo con la incidencia estimada por aquellos/as que se declaran víctimas de las diferentes modalidades de maltrato, el porcentaje más alto corresponde a los abusos por agresión verbal, cuyas diversas manifestaciones se sitúan entre el 27% y el 32%, seguido de la exclusión social un 30% de los alumnos de secundaria son víctimas habituales de conductas de exclusión social, si bien el porcentaje disminuye hasta el 2,6% cuando se trata de comportamientos muy reiterados.
Los resultados obtenidos en el año 2006 y su comparación con los del anterior informe del año 2000, permiten afirmar que el panorama del maltrato entre iguales por abuso de poder ha mejorado en estos años. La incidencia del maltrato ha tendido claramente a disminuir, especialmente en aquellas conductas abusivas más frecuentes y menos graves.
Así, por ejemplo, el porcentaje de incidencia total de las víctimas de insultos pasa del 39,1% al 27% y la de víctimas de motes ofensivos del 37,7 % al 26,6%. También disminuyen los porcentajes declarados de víctimas de otras conductas más graves, como la agresión física indirecta, en su forma de esconder sus cosas, e incluso alguna forma de amenazas. También el acoso sexual, que disminuye en casi dos tercios, lo que supone una indudable mejoría respecto de la situación anterior.
Sin embargo, otras conductas padecidas por los alumnos, como la exclusión social más directa o ciertas formas de agresión física, así como las modalidades más graves de amenazas, no muestran esta tendencia a la baja y se mantienen en niveles similares a los de 1999. No empeoran los datos, pero no mejoran, y eso no es un buen resultado.
Por otro lado, el informe Cisneros X sobre “Acoso y Violencia Escolar” (año 2006), reveló que en España un 23.4% de los alumnos matriculados entre segundo de primaria y primero de bachillerato eran víctimas del bullying .
El bullying, lejos de ser una forma pasajera e intrascendente de comportamiento, tiene amplias repercusiones en diferentes esferas de la vida, de ahí que las consecuencias de la victimización escolar se presenten en un continuo que puede ir desde depresión extrema, pérdida de autoestima, trastornos del sueño, síntomas físicos, ansiedad, absentismo escolar, fobia social, disminución del rendimiento escolar, hasta el deseo de “venganza” como fórmula de escape ante la violencia sufrida.
Si la situación de acoso escolar no es detectada y se prolonga en el tiempo, los efectos a largo plazo serán aún más graves. Estos son algunos: depresión crónica, problemas psicológicos de larga duración, comportamientos autodestructivos, abuso de alcohol y drogas, desajustes psicosociales, síntomas psicóticos (una investigación con 6.437 estudiantes ingleses demuestra que estas víctimas tienen más posibilidades de sufrir alucinaciones, delirios o ideación paranoide en la adolescencia. Los menores que los experimentan tienen más riesgo de padecer esquizofrenia en la edad adulta).
Diferentes estudios han demostrado que en la vida adulta se siguen padeciendo las consecuencias negativas de haber sufrido acoso escolar en la infancia. Se ha demostrado que a más tiempo de haber padecido bullying, más intensas y duraderas son las secuelas negativas que deja en el adolescente y en el adulto.
Como conclusión, hemos de darnos cuenta que aunque en términos económicos el costo del bullying es elevado, en términos de sufrimiento es incalculable, ya que los trastornos sufridos interfieren con el día a día y provocan sufrimiento no sólo a quienes lo padecen, sino también a sus seres queridos.
La prevención sin duda es fundamental para evitar que un alumno se convierta en maltratador. Pero también lo es que exista un clima social y una conciencia personal y colectiva en la que sea palpable el rechazo hacia este tipo de conductas. Y, aunque la situación ha mejorado, falta mucho por hacer porque todavía hoy son más los alumnos que se reconocen como agresores que los que se confiesan víctimas.
De todo ello cabe concluir que las políticas preventivas y las líneas de intervención que se han seguido, logran ciertos resultados parciales, pero insuficientes en la medida en que alivian pero no resuelven el problema.
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