Hoy a 40 años del inicio de las desapariciones, torturas y muertes de muchos chilenos a manos de los aparatos estatales con que el régimen autoritario comandado por Pinochet quiso aniquilar a toda persona que estuviera contra sus ideas dictatoriales, la televisión en un acto tardío, nos muestra las imágenes ayer vedadas. El horror y la indignación las une en un vínculo indeleble, con independencia de los programas en que se insertan y del énfasis temático que cada director ha intentado con ellas. Todas proyectan la barbarie desatada, como si obedecieran a un guión de fondo, de un historiador anónimo que desea describir de forma gráfica, los cruentos hechos provocados por el golpe de Estado, a través del cual se pisoteo la institucionalidad. Muchas son difusas, pero tienen la valía de rescatar partes de un mosaico terrible, en que sobrecoge el desprecio por lo humano.
No sólo la televisión, sino también la prensa escrita y las radios. En ellos las élites políticas fraguan discursos, y tratan mediante la retórica de afianzar sus verdades. No pocas veces se contradicen, se increpan, insultan y hasta se les ve acongojados y constreñidos pidiendo, en un arranque moral, se les perdone por sus faltas al contribuir a tal debacle.
Se ven asimismo infinitas caras de personas, cuyas vidas fueron mutiladas con el sufrimiento infligido sin compasión por su prójimo; madres que reclaman a sus hijos, hijos que crecieron sin el regazo de sus madres, padres inmolados, exiliados, seres truncados, pasmados por la capacidad de vileza que alcanzó el hombre, muchos de ellos anónimos que en las fotografías e imágenes exigen justicia y otros que sin aparecer se les percibe claramente a través del grito desgarrador pidiendo ser escuchados. Tanto sufrimiento aplasta y enmudece el alma.
También están esas otras voces caras y cuerpos, muchos de ellos vivos, de los torturadores, que aparecen desvergonzadamente relatando sus cruentas historias, acompañadas en algunos casos de una frialdad de ánimo que pasma y no pocos de socarronas sonrisas que, perpetúan el sufrimiento y el oprobio de las torturas en las víctimas y sus familiares .
Se escuchan a la vez, aquellos que parapetados en sus trincheras ideológicas, pretenden justificar mediante el empate las atrocidades y quienes como el Historiador Gonzalo Rojas, además han hecho persistir el sufrimiento en las familias de los desaparecidos, al pregonar como válida la pregunta sobre los motivos que ellos dieron para que los aparatos del régimen los apresaran. Ninguno de ellos, sin embargo, podrá jamás justificar la crueldad bestial con que se intentó acallar las voces de nuestros compatriotas.
Ni la profundidad del océano, ni la soledad del desierto, ni aún las inexpugnables entrañas de los volcanes han podido acallarlas. Hoy esas voces se escuchan con estruendosa nitidez y reclaman, lo que aún no hemos podido hacer por ellas, justicia y reparación.
Abogado. Cursando programa de Magister en Derecho Penal de la Universidad de Chile, fue Jefe Departamento de Reinserción Social en el Medio Libre de Gendarmería de Chile. Consultor de la Agencia de Cooperación Técnica Alemana GTZ para asuntos penitenciarios y comisionado en el Anteproyecto de Ley de Ejecución Penal para Chile de 2006.
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