quarta-feira, 27 de agosto de 2014

Prisiones y piscinas


Prisiones y piscinas
El verano: calor, vacaciones, helados, playa o montaña... y chapuzones en la piscina. Son algunas de las cosas que asociamos a la época estival desde la más tierna infancia y de las que procuramos seguir disfrutando en la edad adulta siempre que nos es posible.
Si no te vas de viaje en verano, vives en una de esas ciudades del interior de la península donde el mar queda lejísimos y tampoco puedes disfrutar de una piscina particular, no te preocupes; siempre podrás acudir a alguna de las piscinas municipales que se pueden encontrar en cualquier ciudad española, y seguro que lo agradeces enormemente si eres especialmente caluroso.
Recuerdo que el verano del 2012 fue especialmente seco, y tras una primavera sin apenas lluvias, muchas piscinas municipales no pudieron abrir en la fecha prevista o directamente cerraron sus puertas durante todo el verano, ocasionando a los vecinos un gran trastorno, porque como una señora decía en televisión, “¿quién aguanta a los niños todo el día en casa con este calor?”.
Sin darse cuenta, esta señora estaba sacando a colación un tema de suma importancia criminológica para nuestro país: la prevención en épocas de calor. Todos sabemos que España tiene un clima particular, que en verano, y especialmente en determinados puntos del país, se alcanzan temperaturas muy altas, y que eso tiene un impacto en las tasas y el tipo de criminalidad.
En este artículo quiero ir un poco más allá y tratar el tema de la prevención en el ámbito penitenciario... por medio de las piscinas.
Actualmente en España se encuentran en funcionamiento sesenta y ocho prisiones, de las cuales la gran mayoría cuenta con una piscina olímpica, especialmente las que se encuentran en zonas del interior peninsular, donde se alcanzan temperaturas veraniegas que pueden superar los cuarenta grados. El calor está directamente relacionado con una serie de trastornos que pueden afectar no sólo a la salud física, sino también a la mental, como por ejemplo sofocos, ansiedad, fatiga, dificultad para conciliar el sueño... pero además, está demostrado que los efectos del calor excesivo afectan al humor de las personas, por lo que algunas pueden presentar una mayor irritabilidad y/o agresividad; esto último se da con mayor frecuencia entre hombres que entre mujeres, y no es raro que muchas parejas tengan problemas serios de convivencia en los meses veraniegos, que haya más delitos contra las personas o que la gente en general tenga menos paciencia y sea más beligerante (esto se aprecia con facilidad en la conducción durante los meses de verano).
Una combinación de impaciencia, irritabilidad y agresividad puede convertirse en un cóctel explosivo cuando estamos hablando de una prisión, y más si se encuentra masificada. Es por eso que la gran mayoría de las instalaciones penitenciarias en nuestro país cuenta con una piscina, que no sólo cumple con la función de luchar contra los efectos nocivos del calor, sino que fomenta la práctica del deporte; la natación es precisamente una de las actividades físicas que más endorfinas libera, con lo que al salir de la piscina nos sentimos más satisfechos con nosotros mismos, más relajados y en definitiva, más felices.
Por otro lado, tener una piscina no es gratis: requiere un mantenimiento y una limpieza, labor que llevan a cabo los propios internos encargados de dicha tarea. Esto fomenta la responsabilidad, el trabajo en equipo e implica un notable trabajo físico (más aún tratándose de una piscina olímpica), y creo que todo aquél que haya participado de las tareas de limpieza de una piscina alguna vez puede corroborarlo.
Pese a que las piscinas de las prisiones son un elemento fundamental para la prevención de motines y peleas, la población general no suele ver su existencia con buenos ojos, basándose en ideas como que “tener una piscina es un lujo” o que “los ricos van a las cárceles con piscinas”. Los medios de comunicación también suelen apoyar dichas ideas, como hicieron durante la reciente encarcelación de Jaume Matas, asegurando que “ocupará una de las 344 celdas de una de las cárceles más modernas y tranquilas de España, (…), con zonas verdes y hasta piscina”.
La idea de que el señor Matas ha elegido una de las mejores cárceles de España porque tiene piscina, no denota sino ignorancia, porque cualquiera que investigue un poco puede comprobar como no es ni de lejos la única prisión española que cuenta con una instalación de este tipo.
Por otro lado, el hecho de contar con piscinas para los internos en las cárceles es algo que todavía sorprende en algunos países del extranjero.
En el caso de Reino Unido, David Ramsbotham (Inspector Jefe de Prisiones de Su Majestad), declaró en un artículo para BBC News UK que en una prisión privada de reciente creación, “algunos prisioneros llegaban esperando encontrar televisiones en cada celda y una piscina”... Cosas que pueden encontrarse sin problemas en muchas prisiones españolas (aunque la televisión debe comprarla cada interno en el economato, por lo que tampoco es ningún “lujo” de la prisión).
El artículo sobre ideas erróneas de la vida en prisión (“Misconceptions about prison life”) de la socióloga estadounidense Jeanette Doil, también trata la idea de las piscinas en las cárceles como si de algo digno de ciencia ficción se tratase, donde expone lo siguiente: “¿Cómo imaginas que es vivir en una prisión? Cierra los ojos e imagina. ¿Crees que hay piscinas, cómodas camas y pistas de tenis? (…) ¡Nada de eso es cierto! No conozco ni una sola prisión estatal donde haya piscina o pista de tenis, y si la hay puedo asegurarte que es para los trabajadores, no para los internos”.
Como último ejemplo puedo citar una anécdota que tuvo lugar mientras visitaba Madrid V -más conocida como la cárcel de Soto del Real-, precisamente mientras observaba la piscina; un funcionario me dijo que la delegación china estuvo visitando la prisión con idea de conocer cómo son este tipo de instalaciones en nuestro país, siendo su sorpresa monumental cuando les explicaron (tras varios intentos por hacerles entender que no era broma) que la piscina era para los internos y no para los funcionarios.
En definitiva, y pese a que las prisiones españolas superan en calidad a las de países vecinos como Francia o Portugal (de hecho se encuentran entre las diez mejores en el ranking europeo), nuestras instalaciones penitenciarias son poco conocidas y está mal valoradas: que nuestras cárceles tengan piscinas con un fin preventivo debido a las especiales condiciones climatológicas de nuestro país, no significa que las cárceles dejen de serlo. Simplemente se hace frente al aumento de los conflictos en épocas de calor con una solución que seguramente es más económica e inteligente que aumentar la seguridad, la vigilancia y el número de funcionarios.
Por eso, la próxima vez que en televisión aseguren que cierto criminal de cuello blanco tiene una televisión en la celda o está en una cárcel con piscina, que no nos sorprenda, dado que es algo algo que cualquiera de los demás internos puede tener, y seguramente una buena inversión para todos aquellos países donde en verano la vida diaria en las cárceles se recrudece hasta puntos insostenibles.

Referencias:

Criminología y Justicia . Posted: 26 Aug 2014

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