quarta-feira, 28 de novembro de 2012

El criminólogo en la esfera privada: una (de mil) aproximaciones


Es bien sabido que el criminólogo/a padece una maldición por partida doble a la hora de desarrollarse como profesional. Esa doble vertiente es, por una parte, la falta de información sobre sus habilidades, una falta de información cuya responsabilidad recae no sólo en los que ofertan los estudios de Criminología como estudios básicos y no complementarios, sino por sus mismos estudiantes y miembros. Normalmente, el pesimismo frente a un horizonte laboral desértico provoca un choque terrible en relación a (nuestras) expectativas y la realidad.
Esa bestia negra que es el pesimismo se alimenta incansablemente del contexto académico, social y laboral imperante. Nadie quiere luchar por algo en lo que no se confía o no se invierte, y nadie desea financiar o jugársela avalando a futuros criminólogos y criminólogas, otorgándoles la oportunidad de demostrar su valía profesional y diferencial. La culpa de esto lo tiene esa concepción actuarial que se ha establecido; las becas, los empleos o el ceder puestos de trabajo se regulan en base a principios de riesgos, ganancias y pérdidas, rompiendo totalmente con la filosofía del emprendedor o del valor personal.

La otra vertiente de esa maldición va de la mano de la primera: la exigencia de mil y una titulaciones acreditativas de que sabemos algo no es garantía de que eso se sepa. A menudo se obliga al criminólogo/a actual a buscar un complemento a su formación no para expertificar un área de su conocimiento, sino para aumentar las probabilidades de encontrar un trabajo, sea o no el que éste desearía hacer.

¿Es culpable el contratante? No, si no se le informa de qué sabemos hacer, pero empezará a serlo en cuanto éste haya sido debidamente informado sobre la profesión del criminólogo/a, sus habilidades y sus competencias.

¿Podemos comparar nuestra formación con la de otros títulos? Por supuesto. El nacimiento de la criminología fue auspiciado por aquellos que, frente al hombre que, como a lobo, devora a otro hombre, decidieroncomprenderdetectar y prevenir esa clase de comportamientos. Pero el Homo homini lupus que Hobbes no se encontraría en aquellas personas que dañan de manera literal a los demás, sino en cualquiera que dañara al ser humano de casi cualquier modo (alevosamente, imprudentemente, física o psicológicamente, etc). Ello es así porque en la realidad actual no hablamos de lobos o depredadores, sino de conflictos y agresiones, ambos conceptos de manera interna o externa. Tal es así esa afrimación, que el criminólogo/a no tiene su campo de acción acotado al servicio público y a la acción sobre el delito.

La desviación del conjunto de normas establecidas en una sociedad es abordado por el criminólogo/a como un conflicto que puede darse a diferentes escalas. Hay muchas desviaciones y en muchos microclimas sociales:

 - La desviación puede ser la delincuencia como ruptura de las normas jurídicas básicas;
 - puede ser la ruptura de las normas de funcionamiento y comportamiento en una empresa
 - Puede ser la no adecuación a las normas en un grupo de iguales, en una asociación o en mil y una estructuras diferentes

Entiendo que este concepto desviación no tiene por qué ser negativo o criminal, y que debe cogerse con pinzas a la hora de utilizarlo como argumento de la necesidad y habilidad de los criminólogos/as: no olvidemos que algunos comportamientos constituían, hasta hace poco, la ruptura de una serie de normas, y eran criminalizadas y perseguibles, como sucedido con razas, ideologías, orientaciones sexuales y sentimientos. Pero en este caso voy a centrarme en su vertiente negativa. A este aspecto, en la sociedad civil nos encontramos cada días con ciertas deformaicones y desviaciones que, muy lentamente, corroen el tejido social y su completa cohesión: no en balde se afirma que las grandes ciudades, a masificación y el anonimato en ellas obligan a establer un sistema de solidaridad orgánica, pues los lazos de control social informal se encuentran mucho más debilitados. La lenta desafección a los lazos sociales del espacio en el que vivimos y nos movemos invita a la desconfianza, a la reducción del compromiso social que tenemos unos para con el resto de a sociedad, y esso genera na crisis de cohesión social que puede llevar desde defraudar a Hacienda hata cometer un delito violento.

El conocimiento criminológico permite tratar ese debilitamiento de la cohseión social en muchos más espacios además de aquellos que la Administración Pública considera (si es que lo hace). Su participación en la observación y gestión de los microclimas sociales en diversas organizaciones (en este caso, la empresa privada) tiene un sentido más que necesario en el contexto actual. El contexto del que hablo es el de las bajas por depresión, sucidios, desafección entre semejantes, hostilidad, corrupción y falta de motivación como unos de los muchos problemas que dañan la estructura humana de las empresas que, generalmente, tienen una base y protocolo de actuación y comportamiento, pero no por ello unos buenos gestores que mantengan en vigor sus normas.

Hoy en día se utiliza el término coach para designar a aquellas personas empleadas para acompañar a una o más personas hacia un objetivo, ya sea personal o colectivo, de manera que e que recibe esta ayuda se desarrolle por sí mismo de la manera más eficaz posible. Esta clase de acompañamiento parece o puede parecer positivo a la par que innovador, pero su formación no obedece a un corpus teórico demostrado, sino que se trata, simplemente, de motivar a quienes va dirigido este coach. El nacimiento de esta clase de respuestas formativas en relación al desarrollo del personal en una empresa es cuanto menos insuficiente e ineficaz, pero se usa como método complementario en la gestión de los recursos humanos.

Las empresas pueden garantizar su crecimiento si éste reúne tres factores: ser un sistema abierto  tener un crecimiento lento pero estable, y mantener su cohesión social intacta o en el mejor estado posible. El criminólogo/a puede desarrollar a la perfección, mediante todos los métodos y herramientas de medición a su alcance, un diagnóstico sobre los problemas sociales acuciantes en casi cualquier esfera de la sociedad (y de la empresa), y realizar un tratamiento adecuado para garantizar su integridad.

En mi opinión, ya existe una demanda de esta clase de profesional, pero la población y el potencial contratante desconoce su nombre. Y su contratación redunda en una serie de factores positivos o edificantes:

 - Innovación y coherencia en la demanda de unos estudios que, habilitados como grados al resto de estudios universitarios homologados, carecerían de sentido si no existiera una verdadera necesidad de estos profesionales.

 - Activación de un desarrollo tanto investigador como económico de las disciplinas criminológicas (en ámbito académico y profesional) si existe una salida laboral real.

 - Visibilidad de un colectivo que, internacionalmente, desarrolla proyectos sostenibles en favor de las ciencias sociales, la empresa privada y la Administración Pública.

 - Mejora del tejido social gracias a la posibilidad de desarrollo de políticas basadas en teorías criminológicas, puestas en práctica según los marcos legislativos pertinentes.

Es posible vislumbrar el futuro para el criminólogo/a y hacer efectivo nuestro copromiso para trabajar y proteger el tejido de una sociedad cada vez más autodestructiva, pero para ello tenemos muchos deberes que hacer, especialmente en materia de comunicación.
  
Criminología y Justicia . Posted: 27 Nov 2012

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