domingo, 23 de setembro de 2012


Prisión de Laayoune (Marruecos) donde también existen problemas de hacinamiento


Sistema penal latinoamericano: El negocio de las ilegalidades


Si existe una alusión precisa de lo que es una cárcel latinoamericana, no hay mejor ejemplo que el de una lata de sardinas, todos amontonados.
Quizá para el poder exista una mejor alusión, la de un bote de basura, donde todos los desechos se acumulan. Desperdicios que se encuentran entremezclados, uno encima de otro.
En este lado del mundo no se respetan las reglas o leyes mínimas de reclusión, así como tampoco los derechos humanos. No se nos olvide que el preso es un desecho.
Para el poder los presos no son humanos, claro que lo son en un sentido real, sin embargo son vistos y tratados como mierda-dinero, que paradoja y que simbolismo, digno del psicoanálisis, desechos que son expulsados de nuestros sistemas sociales “normales” por ser “disfuncionales-antisociales”, pero que son totalmente funcionales para los sistemas económicos.
Si muchos se sorprendieron por lo masacre en Carandiru, lo que pasa actualmente lo supera, es más, Hollywood es pequeño a lado del surrealismo en que vivimos.
Masacres, fugas masivas, miles de kilos de droga decomisados en el interior, armas de fuego en los penales, grupos delictivos que mandan, son cosas consuetudinarias.
El sistema penal es un polvorín, a la vez que un negocio redondo. En esos inhóspitos laberintos humanos se ve la peor faceta del hombre, y con ello no hago alusión simplemente a los presos, sino a las autoridades que mandan ahí mismo.
La prisión es una farsa, sin embargo sigue siendo parte de esas estrategias del poder, como lo llama Foucault; claro que microcosmos, claro que distopía, pero también negocio.
Las prisiones no son dirigidas por científicos sociales o por personas que conozcan de penitenciarismo, si no por políticos carroñeros que se alimentan de la desgracia, tanto de las víctimas como de los victimarios.
¿Qué hace un político dirigiendo una prisión? ¿Qué hace un Ingeniero dirigiendo una cárcel?
Administrando el negocio del encierro. Instaurando una lógica empresarial para obtener mayores insumos y menor consumo.
Gestionar políticas públicas corporativas, que continúen con la dinámica del mercado de la seguridad.
Edificar patrones  ficticios de lo que es el sujeto peligroso, maximizar y señalar la diferencia, descalificar la otredad, la bota policíaca disfrazarla de sanitización estándar, la asepsia social; usar el derecho de forma pulsional y política, solo para unos cuantos.
Simple: ganar más, tener más presos, y gastar menos en ellos.
Aceitar la gran maquina de la “justicia”: si existen delincuentes, deben existir policías, juzgados, jueces, leyes (mismas que son las que dicen lo que es un delincuente), prisiones; más maquiavélico no puede ser.
La tautología del “crimen y el delito”. La serpiente que perversamente se muerde la cola.
La biopolítica o biocracia en su pleno esplendor.
Drogas, extorsiones, prostitución, violaciones, drogadicción, muerte, dejan de ser delitos en las prisiones, se instauran como negocio. Lugares que son tierra de algunos, de los políticos delincuentes y sus secuaces.
Administradores de cuerpos, gángsteres con fuero, los cuales no saben que es la reinserción, resocialización, reeducación (aunque también términos cuestionables)…
Las prisiones son escuelas del delito, son construcciones que representan la sujeción de los sistemas de punición al capital, si dejaron de ser fábrica, como lo explicaba Pavarinni, no dejan de ser negocio.
¿Quién es el delincuente en esa lógica? No importa, porque el objetivo es el dinero.
Políticos, jueces, policías, directores penitenciarios, farsantes que alimentan lo que dicen combatir, ya que en el fondo solo persiguen un fin: administrar los despojos, administrar las ilegalidades.

22 Septiembre 2012. Criminología y Justicia.

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